
Esta es nuestra reflexión final del Sermón del Monte. Como mencionamos al inicio esta serie de mensajes, el objetivo no es simplemente considerar este mensaje como una instrucción ética a tener en cuenta. Más bien, se debe ver como una enseñanza inalcanzable para el hombre natural, que revela nuestra maldad, nuestra mundanalidad y nuestra rebeldía contra Dios. Pero también presenta el Único Camino para alcanzar la justicia que demanda el reino de Dios, y ese camino es la persona misma de Jesucristo.
A pesar de nuestra miseria natural, en Él podemos llegar a ser bienaventurados. Sólo en Cristo encontramos la justicia que exige la ley de Dios, una justicia que no podemos cumplir por nosotros mismos. Cuando la gracia de Dios nos abre los ojos a esta verdad, entonces y sólo entonces podemos venir a Él a pesar de que no tenemos nada que ofrecer, sino solo nuestro pecado. Es la conciencia de esa absoluta miseria la única que puede llevarnos a llorar por nuestra falta de justicia, santidad y piedad, hambrientos y sedientos de esa justicia que sólo Cristo puede proporcionar. Entonces, el Señor nos da la buena nueva que somos bienaventurados, porque seremos saciados y consolados, y porque de nosotros es el reino de los cielos. Incluso al sufrir por causa de la justicia, por ser Sus seguidores, Él promete un galardón en los cielos. Nos ha dicho que somos sal de la tierra y luz del mundo, porque Él, quien es la luz verdadera, mora en nosotros, y nos hace bienaventurados. Nada de esto lo logramos por nosotros mismos, sino Él en nosotros solamente. Sólo en Cristo encontramos verdadera justicia y piedad. Culpables somos por vivir de apariencias, tratando de impresionar a los hombres con nuestra “piedad” siendo que nuestro corazón está lejos de Dios. Pero en Cristo podemos acercarnos al Padre celestial en lo secreto, humillarnos en Su nombre delante del Padre para ser perdonados, transformados y capacitados para servir al Único Dios Verdadero y a nuestro prójimo en respuesta a Su inmenso amor. Solo cuando comprendemos el valor de Cristo, de Su obra y de Sus enseñanzas, somos motivados a hacer tesoros en los cielos, y a vivir aquí y ahora buscando, primeramente, el reino de Dios y Su justicia, confiando en que nuestro Padre amoroso cuida de nosotros y nos proveerá lo necesario para vivir para Su gloria (Mateo 6:33)
Haber estado expuestos a este sermón debería llevarnos a mirar siempre hacia Aquel que es el único que puede librarnos el día del juicio final, el Único en quien podemos hallar misericordia en ese día (1 Timoteo 1:18) todo el sermón apunta a un propósito: hablarnos del juicio y prepararnos para él. No es suficiente con reconocer “Jesucristo es el Señor” si Su señorío no es manifiesto en nuestras vidas, si somos constructores que obedecen su propio entendimiento a pesar de escuchar Su Palabra, no importará cuánto hayamos construido o qué tan impresionante sea ante los ojos de los hombres, si no fue hecho bajo el Señorío de Cristo, carecerá de valor. Solo los verdaderos discípulos serán reconocidos por Cristo. Ellos serán los únicos en ese día que tendrán confianza y no serán alejados de Él avergonzados (1 Juan 2:28), porque le han visto tal cual es: el mayor tesoro que se puede tener. Escucharon Su voz y le siguieron a través de la puerta angosta y por el camino estrecho.
Has escuchado a Cristo enseñando la verdad del reino a sus ciudadanos, ¿qué harás ahora? Hermanos, miremos siempre a Cristo; Él es el camino que nos conduce a la vida. Sólo Él puede presentarnos sin mancha ante el Padre. Pero esto requiere más que un simple asentimiento mental, es necesario obedecer a Sus palabras y confiar en Sus promesas.
Oración: Amado Dios que lo que hemos oído no sea un conocimiento más que recibimos, sino que lo que nos has dado a conocer sea el principio para una nueva vida. Una vida de regocijo en Tu obra y firmeza en la santidad. ¡Oh Dios ayúdanos! Porque no hay en nosotros tal fuerza, no nos dejes a merced de lo que podemos hacer, porque separados de Ti nada podemos hacer. Ten misericordia y haznos nacer de nuevo, danos un corazón y un espíritu nuevo para gloria de Tu nombre. Amén
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Amén 🙏🙏