
“Bendeciré a Jehová en todo tiempo; Su alabanza estará de continuo en mi boca. En Jehová se gloriará mi alma; lo oirán los mansos, y se alegrarán” Salmo 34:1-2
Recordemos el momento histórico en el cual fue escrito el Salmo 34, David huyendo de Saúl se había refugiado en tierra de los filisteos (1 Samuel 21 10-15) en esa situación desesperada, David fingió locura; sin embargo, no fue la astucia de David la que lo salvó de la muerte, sino la inmensa misericordia del Señor. Abimelec pudo haberlo matado y aún a pesar de que realmente hubiese estado loco, habría sido una gran victoria para los enemigos del pueblo de Dios, pero no lo hizo. Y al reflexionar en ello David reconoce la grandeza de la misericordia divina, y su necesidad de expresar gratitud por ello continuamente. Este es un rasgo distintivo del temor de Dios, la manera en que nos expresamos y hablamos de Dios, habla de nuestra relación con Él, revela nuestra deferencia, reverencia y adoración a Él. No me refiero a meras frases estandarizadas, como “santo” o “aleluya”, sino a una actitud reverente constante de reconocimiento de la grandeza del Señor, y de gratitud por Su favor, que es igualmente desmesurado. ¿Has experimentado el favor de Dios?, ¿has visto la misericordia divina fluyendo en tu vida, incluso en los momentos más difíciles? Considera la magnitud de la obra de Cristo: Su encarnación, Su vida perfecta, el cumplimiento de la ley de Dios y Su sacrificio en la cruz por nuestra rebelión. Permítete hacer una pausa y pregúntate ¿hay en tu corazón un constante reconocimiento y agradecimiento hacia el Señor?, ¿es esto lo que se refleja en tu manera de hablar acerca de Dios?
El verso dos del Salmo revela el verdadero fundamento de la satisfacción plena. Muchos confunden sus habilidades o logros con la verdadera realización, buscando orgullo en alcanzar una carrera profesional o dar una carrera a sus hijos, en la fama alcanzada a través del talento o acciones altruistas. Aunque estas experiencias pueden proporcionar una satisfacción, es pasajera y, por tanto, no satisface de verdad. David no pudo regocijarse ni atribuir gloria alguna a su estrategia para eludir la sentencia de muerte a la que estaba expuesto. No fue su astucia la que lo salvó, fue Dios, y en ese momento era necesario reconocer que su mayor fuente de satisfacción y alegría proviene de Dios mismo, y no de sus logros. Considerando esto te invito a reflexionar ¿Cuál es tu mayor fuente de satisfacción y alegría?, ¿Exponer tus logros ante los demás?, ¿demostrar que has superado las vicisitudes de la vida? O, ¿considerar que Dios ha sido increíblemente bueno y misericordioso contigo, aun cuando no lo mereces?
David sabía que al compartir su testimonio sobre lo que Dios había hecho en su vida, también animaría a otros creyentes a confiar en el Señor, fortaleciendo su fe en tiempos de dificultad. Esta es una realidad que sigue vigente hoy en día. Debemos proclamar que, incluso en medio de las pruebas, hay Uno que nunca nos abandonará y que siempre obrará para enderezar nuestros caminos. Y tú ¿Cómo hablas de Dios?
Oración: Amado Dios, te agradezco por Tu inmensa misericordia que me rodea cada día. Ayúdame a recordar siempre Tus obras en mi vida y a vivir con un corazón agradecido. Que mis palabras y acciones siempre reflejen el respeto y la reverencia que siento hacia Ti, y que mi testimonio inspire a otros a reconocerte y alabarte. Amén
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Amén, Ayudanos señor.
Amén 🙏🙏🙏