
“En lo que requiere diligencia, no perezosos; fervientes en espíritu, sirviendo al Señor” Romanos 12:11
Este versículo nos llama a un compromiso profundo y apasionado en nuestra vida de fe. La exhortación del apóstol Pablo no es meramente una sugerencia; es un desafío a cada uno de nosotros para que rechacemos la pereza y nos convirtamos en siervos dedicados del Señor.
Pero ¿Qué significa realmente servir a Cristo? Para entender el verdadero significado de servir a Cristo, debemos examinar en qué o a quién estamos sirviendo. Pablo, con claridad evidente, contrasta el servicio a Cristo con el servicio al vientre. En Romanos 16:17-18, Él nos advierte sobre aquellos que se dejan llevar por sus apetitos, buscando satisfacer deseos carnales en lugar de honrar a Dios. Servir al vientre es entregarse a las pasiones efímeras, proclamando tácitamente que servir a Cristo no es tan gratificante como los placeres que estos deseos nos ofrecen. ¡Qué engaño tan destructivo! Seamos claros en algo: servir a Cristo no es solo una opción entre muchas; es la decisión más gloriosa y satisfactoria que podemos hacer. Es más valioso y más placentero que cualquier deseo físico, cualquier placer efímero que el mundo pueda ofrecer. Cuando servimos al Señor, experimentamos Su belleza, Su valor y Su compañerismo, que superan por mucho cualquier cosa que el mundo ofrezca.
Juntamente a esto, tengamos presente el mandato en Gálatas 5:13, donde se nos exhorta a “servirnos unos a otros”. Porque es aquí donde muchos caemos en la trampa de la esclavitud, convirtiéndonos en meros esclavos de la aprobación de los demás. Nos olvidamos de lo que realmente importa: nuestra alegría y nuestro propósito deben derivar de la aprobación de Cristo, el Rey de reyes. La única pregunta que realmente debe guiar nuestro servicio es: ¿Aprobará Jesucristo, el Señor del cielo y de la tierra, lo que digo y hago? Buscar Su aprobación es infinitamente más importante que cualquier opinión humana que podamos encontrar.
Servir a Cristo también significa liberarnos de las cadenas de la ley. Debemos comprender quién es Él: el Mesías, el Hijo de Dios que nos ha dado perdón perfecto y justicia perfecta. Aceptar esto nos lleva a vivir como lo que ya somos en Él. Cada talento y cada habilidad que Él nos ha dado es para Su gloria; esta es la razón de nuestra libertad, para que podamos servirle y obedecer Su voluntad. Servir a Cristo se convierte en el más grande de los privilegios. ¿Por qué? Porque el Ser más grande del universo no solo nos ha llamado a Su servicio, sino que también se ha hecho nuestro Siervo. Él nos equipa para que nuestro servicio sea una expresión de confianza y dependencia en Su provisión, y al hacerlo, glorificamos a Dios. “Si alguno sirve”, dice 1 Pedro 4:11, “que lo haga con la fuerza que Dios le da, para que en todo Dios sea glorificado”. Así que, hermanos, no sean perezosos en el servicio. Sean fervientes en el espíritu mientras sirven al Señor. Porque es en esta entrega a Cristo que descubrirán el gozo y la satisfacción que solo Él puede ofrecer.
Oración: amado Dios no hay nada que tú demandes que te beneficie más de lo que nos beneficia a nosotros, esa es tu bondad, es cierto que el mundo te sirve a su manera desde Caín, pero tú demandas a tu pueblo ser distinto y ser ejemplo en conducta, pureza y amor. Señor servirte con fervor requiere diligencia así lo has establecido, obra en mi oh Señor, apasiona mi corazón por ti y por tu gloria. Amén
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Amén amén 🙏🙏🙏