Viviendo en Su luz

Publicado el 2 de mayo de 2025, 3:02

En Génesis 1:3, Dios ordenó: “Sea la luz”, y al instante hubo luz. Pero antes de ese momento, la tierra ya estaba allí, pero "no tenía forma, ni había en ella nada que tuviera vida". Las aguas estaban cubiertas por una gran oscuridad, y en medio de esa oscuridad, dice la Escritura, "el Espíritu de Dios se movía sobre la superficie de las aguas" (Génesis 1:2). Ahora, si Dios es luz (1 Juan 1:5), y Él estaba presente, ¿por qué no había luz? La razón de la oscuridad es que Dios, aunque presente, aún no había manifestado Su gloria.

Esto nos habla de una realidad que se repite en nuestros días. Aunque el Señor llena todo, muchas veces estamos ciegos a Su presencia. Permanecemos en la tiniebla hasta que Él nos otorga ojos espirituales para percibirlo y se manifiesta en nuestras vidas de manera personal. Cuando Dios decidió manifestar Su presencia en la creación, hizo la luz, y con eso, las tinieblas retrocedieron. Génesis 2:7 nos dice que cuando Dios creó al ser humano, le dio vida. Sin embargo, tras la caída en Génesis 3, el mundo cambió drásticamente. Aunque la luz de la gloria de Dios es evidente, el enemigo ha cegado el entendimiento de los seres humanos para que no puedan percibirla (2 Corintios 4:4). Dios continúa creando, y un testimonio de eso es el milagro de un niño que nace. Pero, tras la caída, todos llegamos a este mundo como pecadores, con nuestras mentes entenebrecidas (Efesios 4:18). La luz está presente (Romanos 1:20), pero hasta que Dios actúa en la vida de una persona, su vida está marcada por el caos y la oscuridad, tal como sucedió en el principio.

Cristo es quien transforma nuestro corazón de piedra en uno de carne, la vida que nos ofrece es en abundancia (Juan 10:10). Jesús, el mismo que dijo "Yo soy la luz del mundo", también nos asegura "el que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida" (Juan 8:12). Él no solo nos da vida; ¡también nos da luz! Solo cuando Él decide abrir nuestro entendimiento, somos capaces de ver y entender la verdad. La verdad siempre ha estado ahí, pero ahora se revela. Es Dios quien abre los ojos de nuestro corazón y nos permite ver la realidad tal como es. La luz tiene el poder de revelar, mientras que la oscuridad esconde la realidad. En el momento de la crucifixión, "hubo oscuridad sobre toda la tierra, hasta la hora novena" (Marcos 15:33). Nuevamente, Dios estaba presente, pero no Su luz. Esta oscuridad fue una señal sobrenatural. Las multitudes en Jerusalén, aunque no lo entendían, cargaban con el peso de esa oscuridad. Durante esos momentos tenebrosos, parecía que Satanás había triunfado sobre Jesús. Sin embargo, en realidad, fue Dios quien ocultó Su luz como parte de Su juicio. Mientras la Luz del mundo era objeto de rechazo y burla, el Señor trajo oscuridad durante tres horas. El dios de las tinieblas tenía a las multitudes cegadas, impidiéndoles ver "el resplandor del evangelio de la gloria de Cristo" (2 Corintios 4:4). En Su omnipotencia, Dios trajo oscuridad al mundo, porque lo que el pecado trae consigo es precisamente eso: oscuridad. La desesperación que acompaña al abandono de Dios es tan fuerte que Cristo mismo exclamó al Padre: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?” (Marcos 15:34).

Dios mismo ha hecho un camino para que podamos entrar en Su presencia con confianza, como nos dice (Hebreos 10:19-22) Esta relación íntima con Él trae cambios en nosotros, transformándonos en reflejos de Su luz hasta que Él regrese. Es andando en las buenas obras que Él preparó de antemano para que anduviésemos en ellas (Efesios 2:10) como damos testimonio de la luz. Nuestro llamado es a manifestar Su luz, aunque el mundo sea incapaz de verla por causa de su amor a las tinieblas… En su tiempo, Dios se encargará de abrir los ojos de los que son Suyos para que puedan verla. Amén

Valoración: 5 estrellas
5 votos

Añadir comentario

Comentarios

Shirley García
hace 2 meses

Amén 🙏🙏🙏

Yamileth
hace 2 meses

Amén