Sin temor en Su presencia

Publicado el 3 de mayo de 2025, 3:33

“El Señor está de mi parte; no temeré” Salmo 118:6

Esta afirmación, aunque poderosa, se puede considerar atrevida si no entendemos el fundamento que la sostiene. La razón por la cual podemos declarar esto con confianza está en Romanos 8:31-32 “¿Qué, pues, diremos a estas cosas? Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros? El que no escatimó ni a Su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con Él todas las cosas?”

En medio de las tormentas del dolor, podemos preguntarnos: “¿Todas las cosas? Entonces, ¿por qué Dios no libró a mi ser querido de la muerte? ¿Por qué tengo que enfrentar esta angustia de separación? ¿Por qué el sufrimiento de esta enfermedad?”. El Espíritu Santo, en Su gracia y ternura, nos responde con esperanza: “A pesar de todo esto, nuestra victoria es absoluta por medio de Cristo, quien nos amó. Estoy convencido de que nada podrá jamás separarnos del amor de Dios. Ni la muerte ni la vida, ni ángeles ni demonios, ni nuestros temores de hoy ni nuestras preocupaciones de mañana. Ni siquiera los poderes del infierno pueden separarnos del amor de Dios” (Romanos 8:37-39 NTV). Cuando Dios Padre no escatimó a Su propio Hijo, compró para nosotros una promesa de libertad: la libertad de vivir bajo la maldición del conocimiento del bien y del mal, un conocimiento que en nuestra limitación humana no podemos comprender ni manejar. Los propósitos de Dios al permitir que el mal cause tanto dolor pueden parecer un misterio, y a veces eso nos lleva a cuestionar Su sentido. Pero, no debemos olvidar que Jesús vino a deshacer todos los efectos de la maldición.

Primero, vino al mundo para quitar la maldición de la muerte (Génesis 3:19). En el futuro, cuando finalmente disfrutemos de la vida, libres del pecado y de la amenaza de la muerte, conoceremos algo mucho más maravilloso que lo que buscábamos en el fruto del Edén: conoceremos plenamente, así como hemos sido plenamente conocidos (1 Corintios 13:12). Alma mía, permanece en paz: tu fiel Señor pronto hará brillar todo lo que ahora parece carente de propósito. Cuando la espada del dolor atraviesa nuestros corazones debido a una pérdida dolorosa, recordemos que Jesús puede devolver de Su propia plenitud todo lo que quita. “Jehová dio, y Jehová quitó; bendito sea el nombre del Señor” (Job 1:21). ¡Qué promesa tan asombrosa! Dios asegura que incluso nuestras pérdidas más severas algún día parecerán “una leve aflicción momentánea” en comparación con el “eterno peso de gloria” que producen en nosotros (2 Corintios 4:17). Puedes estar segura, alma mía, tu fiel Señor nunca se apartará y devolverá mucho más de lo que se lleva.

La hora se acerca cuando estaremos para siempre con el Señor. En ese día, el dolor y la desilusión se esfumarán, y las alegrías más puras del amor serán restauradas. “Siempre estaremos con el Señor” (1 Tesalonicenses 4:17). Ésta es la “esperanza bienaventurada” de cada cristiano (Tito 2:13); la razón por la cual Jesús es “la resurrección y la vida” (Juan 11:25). Alma mía, quédate en paz: pronto seremos reunidos, seguros y bendecidos, en Su presencia. Allí, Su pleno gozo será nuestro gozo, y todo lo que le agrada a Él será también nuestro deleite para siempre (Salmo 16:11). Amén

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Comentarios

Shirley García
hace 2 meses

Amén 🙏🙏🙏