
Cuando reducimos la enfermedad y el dolor a meros instrumentos del diablo o a meras consecuencias de la caída, desconectamos la verdadera soberanía de Dios en nuestras vidas. Creer que solo Satanás y el pecado causan nuestro sufrimiento hace que olvidemos que Dios es el Rey soberano que regula toda cosa. Todo lo que sucede en el mundo —incluyendo el sufrimiento— está bajo Su control absoluto. Dios no permite el mal arbitrariamente ni lo usa sin propósito; más bien, Él lo permite y lo usa en perfecta armonía con Su sabiduría infinita y Su amor inmutable. Dicho de otro modo “Dios permite lo que odia para hacer posible lo que ama”. Esta palabra “permitir” lleva consigo una fuerza poderosa: todo lo que pasa, pasa porque Dios lo permite; lo que no permite, simplemente no está en línea con Su plan soberano.
En el final del libro de Job, Dios revela que incluso las lágrimas y pérdidas de Job, aunque parezcan devorarle, estaban en el marco de un plan más grande. Los amigos, la familia, las dificultades —todo— estaban en manos de un Dios que gobierna con justicia y misericordia. La historia de Job nos muestra que Satanás solo puede actuar porque Dios lo permite, y en esa permisividad, Dios revela Su gloria. Puede parecer inquietante, y lo es, si lo vemos desde una perspectiva limitada, pero la certeza de Su soberanía, es una fuente de esperanza y fortaleza. Recordemos que Dios no permanece pasivo mientras Satanás, el pecado, las enfermedades o los accidentes destruyen nuestras vidas. Él no sólo “saca lo mejor” de las circunstancias malas; Él toma esas circunstancias y las redime para Su gloria y nuestro beneficio supremo. Por eso, ninguna dificultad, por dura que sea, puede escapar de Su control soberano. Si no fuera así, un enfermo terminal o un padre que ha perdido a su hijo podría verse como víctima del azar, sin sentido ni propósito divino. Pero la Biblia nos asegura que, en medio del sufrimiento, Dios está obrando para formar en nosotros el carácter de Cristo y glorificarse en nuestras vidas.
Aceptar que Dios tiene un propósito superior incluso en nuestro dolor revela la majestad de Su soberanía. No es fatalismo, sino confianza confiada en la fidelidad de Aquel que nos ama y que es todo sabio. Como dice el salmista, “Bueno me fue haber sido afligido, para que aprendiera Tus estatutos” (Salmo 119:71). La prueba del sufrimiento revela que Dios está en control y que, aunque no entendamos ahora, Él está obrando para nuestro bien eterno. Él puede tener muchas razones —quizá miles de pequeñas— que no alcanzamos a comprender en este momento, pero confiaremos en que todo obra para el bien de aquellos que le aman (Romanos 8:28). Por eso, debemos mantener nuestra mirada fija en el Dios que obra en las sombras, detrás del telón de las circunstancias visibles. Un día, veremos claramente Sus propósitos son ocultos y nos arrepentiremos de no haber confiado en Su sabiduría y amor en medio del sufrimiento. Porque nuestro Dios, Jehová de los ejércitos, es grande en consejo y poderoso en hechos, y nada sucede fuera de Su decreto soberano (Jeremías 32:18-19).
Oración: soberano Dios, Dios Omnipotente y Rey de gloria; a Ti sea el honor y la alabanza porque grandes, maravillosas e inescrutables son todas Tus obras. Conocer Tu carácter es descanso para mi alma, tener la certeza de que a pesar de todo Tú tienes el control inunda mi corazón de gozo. No estoy a merced de las circunstancias sino en las manos de quien tiene el control y delante de ti me humillo para que sea cual sea mi situación, no sea como yo quiero sino como Tú deseas. Al servicio de Tu gloria presento mi vida, para que sea que viva o muera yo pueda ser un sacrificio de vivo, santo y de grato olor a ti. Amén
Añadir comentario
Comentarios
Amén, ayúdanos señor.