Entrando en Su Dolor, conocemos Su Gloria

Publicado el 9 de mayo de 2025, 4:01

“Por tanto, teniendo un gran sumo sacerdote que traspasó los cielos, Jesús el Hijo de Dios, retengamos nuestra profesión. Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado. Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro” Hebreos 4:14-16

El pasaje de hoy nos invita a retener nuestra confesión, porque tenemos un Gran Sumo Sacerdote, Jesús, el Hijo de Dios, que traspasó los cielos y se compadece de nuestras debilidades. Él no es un sumo sacerdote distante ni insensible; fue tentado en todo, igual que nosotros, pero sin pecado. Por eso, podemos acercarnos confiadamente al trono de la gracia, para recibir misericordia y gracia en nuestro momento de necesidad. Sea cual sea tu sufrimiento —la pérdida, el dolor físico, la traición o la angustia—, en Cristo puedes encontrar una profunda comunión. Porque Él vivió en carne propia lo que significa ser humano en un mundo caído. Él conoce la sed, el hambre, la noche sin dormir, y el dolor que desgarra el alma. Jesús soportó rechazo, calumnias, traiciones, golpes y una muerte atroz. Cada uno de estos aspectos del sufrimiento humano le son familiares.

¿En qué momento de tu dolor puedes identificarte con Él? ¿Has sido traicionado por aquel en quién confiabas? ¿Has suplicado a Dios que quite tu angustia y has sentido Su silencio? ¿Has experimentado un dolor físico insoportable que parece consumir todo en ti? Entonces, estás experimentando una comunión con Cristo en Su sufrimiento, porque no hay experiencia humana que Él no haya atravesado. Consideremos lo dicho por alguien que sufriendo por causa de la esclerosis múltiple que le provoca dolores insoportables y que para mitigar un poco su sufrimiento debe recibir múltiples inyecciones en cada sesión – cada pinchazo alivia su sufrimiento, pero también la une a Cristo. Es asombroso que esta mujer pueda decir sin ninguna vacilación: “Cada vez que las agujas entran en mi cabeza, el dolor extremo enfoca mi corazón en Jesús y Su corona de espinas. La imagen me calma, porque me une a Su amor. Me imagino a mi Salvador sometiéndose a esas púas, abrazando Su propio sufrimiento por mí. Cuando las agujas pinchan, mi alma se alegra al saber que Él me llama a un santuario más profundo, a compartir Sus dolores.”

Este acto de sufrir en Cristo, de someterse a la voluntad del Padre, no solo purifica nuestro carácter, sino que también nos invita a participar en la misma comunión de Sus sufrimientos. La Biblia nos llama a andar como Jesús anduvo, a buscar en nuestro dolor una oportunidad para imitar Su ejemplo y Su alegría de someterse a la voluntad divina. Al hacerlo, algo profundo sucede en nuestro corazón: se alinea con el Suyo. Nos identificamos con Su sufrimiento, y en esa identificación, encontramos una intimidad que va más allá de meramente entender que Él sufrió. Entramos en Su dolor para experimentar también Su gloria. Porque en nuestra unión con Cristo, participamos en la comunión de Sus sufrimientos, y en esa comunión, nos acercamos más a la belleza de Su amor y a la profundidad de Su obra redentora.

Oración: amado Dios, Tu misericordia impulsa Tu corazón a no darnos el pago que merece nuestra maldad, Tu gracia manifestada en la Cruz me ha concedido aquello que no merezco, la libertad para acercarme a ti. Nunca podré comparar mis sufrimientos con los Tuyos, yo sufro a causa de mi maldad; pero en Ti no hubo pecado y sufriste voluntariamente por causa de mi maldad… Oh Señor que entender esto, produzca paz que sobrepasa todo entendimiento, que al identificar Tu dolor en mi sufrimiento pueda perseverar al igual que Tú en el deseo de beber la copa que me ha dado el Padre confiando en que Su voluntad a pesar de todo siempre es buena, agradable y perfecta. Amén

Valoración: 5 estrellas
6 votos

Añadir comentario

Comentarios

Yamileth
hace 2 meses

Amén, gloria a Dios