
La frase “Mamá, tú puedes. Tú eres suficiente” parece ser un mensaje lleno de buenas intenciones, diseñado para fortalecer a las madres que se sienten sobrecargadas y luchando por hacer demasiado. Algo que escuchamos con frecuencia, incluso en sermones dirigidos a mujeres cristianas, es la idea de que “eres suficiente” para afrontar cualquier dificultad. A primera vista, puede parecer un mensaje alentador y empoderador. Pero, ¿qué significa realmente esa afirmación? ¿Realmente somos suficientes?
Decir “Eres suficiente” parece decir: “La vida es dura, pero tú tienes la fuerza y la capacidad para enfrentarlo todo porque eres una mujer fuerte e independiente”. Es una palabra de ánimo que intenta consolar en momentos de frustración, como cuando tu pequeño hijo hace una rabieta justo antes de que puedas tomar un respiro, y te recuerda que, a pesar de todo, puedes con la carga. Pero, aunque se dice con buena intención, paradójicamente, no se nos está diciendo toda la verdad. Porque, en realidad, no somos suficientes, nadie lo es. La maternidad, como la vida cristiana, es un llamado que sobrepasa nuestras capacidades humanas. No somos lo suficientemente buenos, ni lo suficientemente amables, ni lo suficientemente fuertes para hacerlo todo por nuestra propia cuenta. Por eso, cada una de nosotras necesita desesperadamente a Jesús cada día. Es en nuestra impotencia donde Su gracia se derrama y nos sostiene. La idea de que somos autosuficientes no es solo un mensaje equivocado, sino también uno muy peligroso. La Biblia no pretende disminuir nuestro valor, sino recordarnos que nuestro verdadero valor y fuerza los encontramos únicamente en Cristo. Solo allí, en nuestra fragilidad y necesidad, podemos reconocer con honestidad: “Yo no puedo, Señor. Soy débil, necesito Tu ayuda”.
Cuando terminamos un largo día de cuidar niños, lavar platos, o simplemente soportar la presión de ser madre, está bien reconocer que no siempre tenemos la gracia o la paciencia para responder con calma ante ese: “mamiii… me das agua”. Ese es el momento perfecto para confesar: “Padre, no tengo lo que necesito, pero Tú sí. Te necesito a Ti.” Es en esa humilde confesión donde Dios nos puede derramar Su infinita gracia. Muchas veces, Dios nos lleva a caminos que exceden nuestra fuerza, para que, en medio del agotamiento, nos aferremos a Su poder. Cuando estamos sin fuerzas, cuando las noches parecen interminables y el peso de la carga nos abruma, esa es la oportunidad para decir: “No puedo, Señor. Toma el control”. Y en esa dependencia, encontramos la verdadera fuerza que solo Cristo puede brindar.
El apóstol Pablo, en 2 Corintios, nos enseña que cuando estamos débiles, la gracia de Cristo se perfecciona en nosotros. Pablo, incluso, se gozaba de sus propias debilidades, porque en ellas experimentaba cómo la fuerza de Cristo se manifestaba con mayor plenitud. Jesús mismo nos enseñó que la verdadera bendición alcanza sólo a aquellos que se reconocen a sí mismos como individuos en absoluta banca rota para hacer la voluntad de Dios, individuos cuyos ojos han sido abiertos y pueden ver claramente cuan miserables son porque sin importar cuanto deseen hacer el bien muchas veces sucumben y hacen el mal que no quieren… individuos que claman con gran necesidad ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte? (Romanos 7:24) y ¿no es acaso, así como nos sentimos tú y yo muchas veces después de que vencidas por el agotamiento respondemos con exasperación a nuestros hijos? No mis amadas hermanas, la verdadera fortaleza no está en la autosuficiencia, sino en la humildad de reconocer que sin Dios nada podemos hacer.
Cuando entendemos que no somos suficientes por nosotras mismas, dejamos de buscar en nosotras mismas recursos que no tenemos y, en cambio, comenzamos a depender de Dios y Su Palabra. En medio del caos de cada día, podemos aferrarnos a Sus promesas, tales como: que Su poder nos da todo lo necesario para vivir con piedad y gracia (2 Pedro 1:3), que nuestras vidas están esculpidas en Sus manos (Isaías 49:16), que Su misericordia nos cubre y limpia nuestros errores (Salmo 103:12). Por eso, el mensaje más liberador para nosotras no es “eres suficiente”, sino que, Cristo en y a través de nosotras es más que suficiente para lidiar con todas nuestras luchas. La verdadera libertad no está en intentar hacerlo todo con nuestras propias fuerzas, sino en descansar en Dios, quien siempre provee, fortalece y sustenta a todo aquel que reconoce que separado de Él nada puede hacer.
Entonces, mamá, te invito a que ores sin cesar, a que entregues cada carga en Sus manos, porque en esa dependencia se revela la verdadera fuerza. Mira fuera de ti misma hacia un Dios que quiere llenarte y renovarte día tras día.
Oración: Amado Dios, venimos ante Ti reconociendo nuestra fragilidad y nuestra incapacidad. Sin Ti, no somos suficientes; necesitamos de Tu gracia, Tu fuerza y Tu amor constante. Señor, ayúdanos a no depender de nuestra suficiencia y a descansar en la suficiencia de Cristo en nosotras. En medio del cansancio, cuando las cargas parecen inmensas, que podamos acudir a tu presencia mediante la oración, confesando que no tenemos lo que se necesita, pero que Tú sí… escudriñando Tu Palabra para anclar nuestras almas a algo mucho más inconmovible que nuestras fluctuantes fuerzas. Gracias, Padre, porque en nuestra debilidad, Tu poder se perfecciona y nos sostiene. Llénanos con Tu Espíritu, inunda nuestros corazones de certeza en Tu fidelidad, y que podamos siempre confiar en que en Ti somos más que vencedoras. En el nombre de Jesús, nuestro Señor y Salvador. Amén.
Añadir comentario
Comentarios
Amén
Amén, Ayudanos Señor