
“Como flechas en la mano del guerrero, así son los hijos tenidos en la juventud” Salmo 127:4
La principal tarea de una madre es guiar a sus hijos de manera intencional, formando hombres y mujeres de carácter, integridad y responsabilidad, arraigados en el amor y el respeto hacia Dios. Nuestros hijos son el vehículo a través del cual reproducimos la imagen de Dios en la tierra y extendemos Su propósito. Con el tiempo, si Dios lo permite, ellos forjarán sus propios hogares. Son como flechas afiladas, listas para ser lanzadas al mundo y cumplir con los propósitos para los cuales fueron creados.
Esta responsabilidad debe ser mi resolución como madre, y es crucial que entienda que esto no sucederá sin mi contribución activa. Sin embargo, hay tendencias y comportamientos que surgirán en ellos, incluso si no lo deseamos. Sin la guía adecuada, se inclinarán hacia lo carnal, aprenderán el egoísmo, caerán en la rebelión y se verán atrapados en la indiferencia hacia los demás. Si los dejamos a su suerte, se entregarán a las influencias sutiles y explícitas que ofrece la televisión, las redes sociales y la cultura contemporánea. Dios ha establecido a las madres como instrumentos de intervención en la vida de sus hijos. Es un llamado divino que nos coloca en la posición de guías en medio de una cultura que a menudo incita a la rebelión. Por difícil que parezca, hoy es un nuevo día para comenzar con nuestras responsabilidades como madres, para cumplir con el propósito que Dios ha diseñado para nosotras. No será fácil, pero cada esfuerzo valdrá la pena.
Cuando nuestra meta principal es enseñarles a nuestros hijos la verdad de Dios, nuestra perspectiva sobre la crianza se transforma radicalmente. Nuestras decisiones deben filtrarse a través de la pregunta: ¿Cómo ayudará esta acción a que mi hijo crezca en el conocimiento de Dios y anhele vivir según Su verdad? Puede que esto no se perciba fácilmente como amor desde la perspectiva de nuestros hijos. Para ellos, el amor se parece más a un permiso para permitirles todo lo que desean. Su visión es limitada, y no pueden comprender el verdadero beneficio que hay más allá del placer inmediato. Es posible que lleguen a pensar que nuestro amor es innecesariamente restrictivo, y tal vez incluso nosotras también caigamos en esa trampa emocional. La lucha más grande que enfrentamos para amar a nuestros hijos puede ser nuestra propia inclinación a consentir y mimar. Es fácil dejarnos llevar por nuestras propias decisiones en lugar de tomar la decisión firme y deliberada de amarlos con la sabiduría, madurez y disciplina que provee la infalible Palabra de Dios.
Por ello, si queremos amar a nuestros hijos como lo establece la Escritura, no podemos permitir que nuestra mayor aspiración sea su amistad. Ellos son nuestra responsabilidad delante de Dios; esos son dos roles distintos. Nos corresponde enseñarles a vivir de manera que agraden a Dios, y eso los preparará para convertirse en adultos respetuosos y responsables. El amor no es un juego de niños; es algo serio, y lo que nuestros hijos más necesitan es padres que cumplan con su deber.
Oración: Señor, Tú eres rico en misericordia. Te ruego que me concedas la gracia necesaria para amar a mis hijos y hacer de su crecimiento en amor y honra hacia Ti mi máxima prioridad. Dame la templanza para guiarlos según Tu voluntad, a pesar de que mis decisiones puedan ser desafiantes y a veces incomprendidas. Que mi amor por ellos sea firme y lleno de sabiduría. En el nombre de Jesús, amén.
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Amén 🙏🙏