
“Por lo cual dice: Despiértate, tú que duermes, y levántate de los muertos, y te alumbrará Cristo. Mirad, pues, con diligencia cómo andéis, no como necios sino como sabios, aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos” Efesios 5:14-16
Cuando un padre se desconecta, ya sea por abandono, separación o muerte temprana, el corazón del niño sufre de una manera indecible. Se crea un vacío abismal, colmado de necesidades insatisfechas en las áreas más críticas que son responsabilidad del padre. La realidad de nuestra cotidianidad nos presenta una sociedad cada vez más marcada por la ausencia paterna, donde un número alarmante de niños se acuestan sin la presencia física de su padre en el hogar. Este hecho no es solo un problema familiar, sino también un desafío social que golpea las raíces de nuestras comunidades. Por ello, la Escritura enseña que Dios tiene un lugar especial en Su corazón para huérfanos y viudas; porque ambos grupos han perdido al hombre que tenía la responsabilidad del liderazgo espiritual en sus vidas.
La paternidad en la actualidad enfrenta múltiples obstáculos que dificultan el cumplimiento de su llamado divino. El divorcio es uno de estos obstáculos. El diseño de Dios para la familia se basa en un pacto que une a los padres, asegurando que permanezcan juntos en la crianza de sus hijos. En la cultura contemporánea, desafortunadamente, hay una creciente creencia de que los hijos estarán mejor si sus padres eligen caminos separados. Sin embargo, la evidencia sugiere lo contrario; los hijos prosperan más cuando ven a sus padres arrepentirse de su egoísmo y comprometerse a mantenerse unidos. Están pagando un alto precio por la conveniencia del divorcio, y esa carga recae sobre sus jóvenes corazones.
El trabajo, un mandato de Dios desde la creación (Génesis 2:15), también ha sido distorsionado en nuestra sociedad, donde los padres a menudo se ven “obligados” a abandonar el hogar para buscar sustento. Antes de la revolución industrial, los padres trabajaban en sus casas, lo que les otorgaba la oportunidad de transmitir su fe y sus valores de manera natural a sus hijos. Sin embargo, el avance de la industria obligó a los hombres a salir de sus hogares, dejando a los hijos con sus madres. Cuando el padre llega a casa, a menudo se encuentra tan agotado que la familia se convierte en una mera colección de recursos, recibiendo solo las sobras de su atención y energía. Esta condición se ha agudizado con el tiempo, y si un padre no establece límites claros con respecto a su trabajo, las prioridades laborales lo alejarán sistemáticamente de su esposa y sus hijos, quienes anhelan y requieren su presencia.
Añadamos también a esto el impacto del esparcimiento. Hoy en día, muchos hombres pasan más tiempo frente a la televisión o navegando por Internet que conectándose emocionalmente con sus hijos. El peligro es que, aunque físicamente están presentes, son las pantallas las que terminan influenciando a sus hijos. En un mundo donde la cultura de masas busca moldear la identidad, los padres deben ser los líderes espirituales que guíen y enseñen a sus hijos a discernir la verdad de Dios.
Estos son solo algunos de los muchos factores que están socavando la paternidad en nuestros días. El enemigo es astuto y no retrocederá en su empeño de atacar lo que Dios ha diseñado como fundamental. Cada padre enfrenta un ataque deliberado y decidido de una sociedad que busca despojarlos de sus roles. Así que, más que nunca, necesitamos hombres comprometidos en conocer y defender su propósito dentro del plan soberano de Dios.
Oración: amado Señor Tú conoces y Te compadeces de nuestra condición. El estar separados de Ti nos ha hecho indiferentes al punto de hacernos inútiles en aquello que en verdad es el propósito de nuestras vidas, perdona oh Señor porque intencionalmente rechazo comprometerme, Ten misericordia y obra en mí, haz lo que sea necesario para que yo sea fiel al llamado que Tú me has hecho y pueda honrarte a través de mi obediencia, Señor que mis hijos puedan recibir de mí lo que Tú has determinado que yo les ofrezca. Amén
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