
“Entonces ellos gritaron: ¡Fuera! ¡Fuera! ¡Crucifícale! Pilato les dijo: ¿He de crucificar a vuestro Rey? Los principales sacerdotes respondieron: No tenemos más rey que el César. Así que entonces le entregó a ellos para que fuera crucificado” Juan 19:15-16
Pilato, a pesar de su autoridad para condenar a Jesús a la cruz, no podía atemorizar ni determinar el destino del Salvador en realidad. Pilato tenía la autoridad legal y política para crucificar, pero esa autoridad limitada no controlaba la agenda divina. Considerando esto podemos afirmar que la clave no está en la fuerza de los adversarios o el pecado de los hombres que pecan contra nosotros, sino en la soberanía suprema de Dios, que todo lo gobierna para cumplir Sus propósitos. Como enseña Romanos 8:25-37, ni tribulación, ni angustia, ni persecución, ni hambre, ni desnudez, ni peligro alguno puede separarnos del amor de Cristo. Porque, en medio de esas dificultades, somos “más que vencedores” gracias a Aquel que nos amó.
Todos los enemigos de Jesús —y en realidad, todos los que con su intencionalidad o con su negligencia hacen daño al pueblo de Dios— piensan que están actuando por su propia voluntad, incluso nosotros también podemos llegar a pensar lo mismo si apartamos nuestra mirada de Dios… pero en realidad, Dios gobierna sobre toda circunstancia que acontece en Su creación. Ellos —Pilato, Herodes, los soldados, Satanás— ejercieron su autoridad dentro del marco que Dios permitió. Lo que ellos hicieron en su pecado, Dios lo usó para traer salvación. La Biblia lo expresa claramente: lo que parecía una victoria de los adversarios fue, en realidad, la culminación del plan divino (Génesis 50:20; Hechos 4:28).
Por eso, no tenemos motivos para temer a nuestros enemigos, por más poderosos que parezcan. Recuerda que solo pueden matar el cuerpo (Lucas 12:4), pero no tienen control sobre el alma ni sobre nuestro destino eterno. Todo está bajo la supervisión del Padre, quien cuida con tanto detalle nuestras vidas que ni los cabellos de nuestra cabeza están fuera de su conocimiento (Lucas 12:7). La autoridad de Satanás, de Pilato, de Herodes, de los mismos soldados y en general de todos los hombres, solo es limitada: toda autoridad, en última instancia, es subordinada a la voluntad soberana de Dios. Y esa misma protección nos recuerda que somos profundamente valiosos ante los ojos de nuestro Padre, mucho más que los pajarillos que ni siquiera están olvidados por Él. No temamos, entonces, porque nuestra seguridad no depende de la fuerza de nuestros enemigos o de la diligencia con que los hombres obedecen al llamado de Dios, sino de la soberanía del Dios que obra en todas las cosas para nuestro bien y Su gloria. Somos preciosos a Sus ojos, y es en esa seguridad que podemos encontrar la paz y la valentía para seguir adelante.
Oración: misericordioso Señor y Dios Omnipotente, grande es el misterio de Tu amor por mí, alto es no es posible comprenderlo a plenitud, no existe medida con la que pueda cuantificarse y aun cuando tenemos los acontecimientos de la cruz resulta difícil de comprender en su totalidad. Oh Señor capacítame para cada día tener una mayor comprensión de Tu amor, que por este conocimiento en todo tiempo mi corazón esté confiado en Tu soberanía y providencia que hacen que todas las cosas obren para mi bien y para gloria de Tu nombre. Amén
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Amén. Amén.
Amén