
“Mira, pues, la bondad y la severidad de Dios” Romanos 11:22
No podemos limitar nuestra mirada solo a la bondad de Dios, esa que todos anhelamos contemplar, esa que nos llena de esperanza y alegría. Eso es bueno, y debemos mirar esa misericordia con corazones agradecidos. Pero también, la palabra nos llama a mirar la severidad de Dios. Y esa parte, muchas veces, preferimos no verla, no pensar en ella, o simplemente apartarla de nuestra meditación. Pero, hermanos, ignorar la justicia y la severidad de Dios es un acto que puede ser muy peligroso. Dios, en Su misericordia, a través de Su Palabra nos dice que miremos ambas cosas —Su gracia y Su justicia— porque solo así entendemos quién es nuestro Dios y cuáles son Sus justos juicios.
En nuestros días, enfrentamos muchas enseñanzas que quieren hacernos olvidar o minimizar la severidad de Dios. Quieren que solo pensemos en Su bondad, en Su amor, y que dejemos de lado el temor reverente que debemos tener delante de Su justicia. Pero eso es una mentira que nos aleja de la verdad bíblica, y que puede herir profundamente nuestra alma. La Escritura misma nos dice: "Mira la severidad de Dios". Es una orden llena de amor, porque Dios en Su justicia no busca que vivamos en ignorancia o en ilusión, sino que el entendimiento de Su justicia nos impulse a buscar Su misericordia, que se revela en Cristo. Y esa severidad, hermanos, incluye la verdad del infierno, esa realidad dolorosa, profunda y aterradora. A muchos les incomoda enormemente hablar de ello, y, sin embargo, no podemos ignorarlo, porque la Biblia no lo hace. Jesús mismo nos advierte con palabras fuertes: “lloro y crujir de dientes”, “el gusano que no muere”, “fuego inextinguible”, “castigo eterno”. ¿Por qué nos dice esto? Para que no seamos insensibles, sino que, por el contrario, temamos y huyamos a Sus brazos, que son los únicos donde encontramos paz y protección.
La razón por la que Dios nos revela la existencia del infierno y Su severidad, no es para que seamos personas temerosas sin esperanza, sino para que entendamos cuán grande es Su amor y cuán grave es nuestro pecado. Porque en esa verdad profunda vemos la magnitud de la gracia que Jesús derramó en la cruz, para que ninguna alma que acuda a Él quede condenada eternamente. La cruz revela esa maravillosa verdad: Cristo sufrió en nuestro lugar, tomó el castigo, sufrió ese infierno que nosotros merecíamos, para darnos vida y vida en abundancia.
Así que, hermanos, no desmayemos en mirar y comprender la justicia de Dios. Solo así aprenderemos a valorar más Su misericordia y a vivir en humildad, arrepentimiento y gratitud. Que nunca perdamos de vista que la severidad de Dios no es contra nosotros, sino que fue satisfecha en la cruz, para que ahora podamos estar seguros en Sus brazos, confiando en que Él es justo y amoroso, y que nos ha escogido a nosotros para que anunciemos esta verdad a otros.
Oración: misericordioso Señor que en Tu amor soportas con paciencia nuestras debilidades y obstinaciones, exaltamos y damos honor a Tu sabiduría, el cómo has designado las cosas para el bien de los que Te aman y para gloria de Tu Nombre. Oh Señor guárdanos de ignorar o siquiera menguar la verdad del infierno, concédenos una comprensión plena de Tu severidad manifestada en el infierno y un corazón que tema y huya a Tus brazos para ser librado de la ira venidera. Amén
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Amén