
“Yo soy Jehová tu Dios, que te saqué de la tierra de Egipto, de casa de servidumbre. No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. No te inclinarás a ellas, ni las honrarás; porque yo soy Jehová tu Dios, fuerte, celoso, que visito la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen, y hago misericordia a millares, a los que me aman y guardan mis mandamientos” Éxodo 20:2, 4, 5 y 6
Estos mandamientos, que parecen simples, contienen un mensaje muy serio y actual: debemos adorar a Dios en la forma en que Él ha revelado Su carácter, sin tratar de hacerle comprensible a nuestra manera, ni ponerle imágenes o símbolos que puedan desviar nuestra atención de Su verdadera gloria.
Quizá no hemos construido becerros de oro, ni hemos levantado estatuas de piedra, pero ¿cuántas veces inconscientemente hemos permitido que ideas, prácticas, simbolismos o formas de vida nos desvíen del verdadero culto a Dios? El corazón humano —como dijo Calvino— es una fábrica de ídolos. Nos creamos imágenes, ideas o prácticas que, en realidad, nos alejan de la simple y pura adoración a Aquel que es invisible y eternamente santo. ¿Has pensado alguna vez que la forma en que adoras a Dios –sea en tu corazón o en comunidad– puede estar contaminada por supersticiones, misticismo o un enfoque mecánico y vacío de la fe? La verdadera adoración no consiste en ritualismos externos ni en símbolos superficiales, sino en honrar a Dios en espíritu y en verdad, reconociendo que Él no es una imagen que podamos crear ni un objeto que podemos manipular con nuestras oraciones o rituales.
El segundo mandamiento nos advierte contra la fabricación de imágenes, pero también contra la tendencia moderna de reducir a Dios a símbolos, ideas o prácticas místicas (actos proféticos), que intentan controlarlo o manipularlo a nuestro favor. La historia nos demuestra que esto no solo contaminó la adoración en el pasado, sino que hoy, en muchas congregaciones cristianas, aún se corre este riesgo de infiltrar prácticas supersticiosas que buscan obtener poder o control sobre Dios en lugar de rendirse humildemente a Su soberanía. Permíteme hacerte algunas preguntas que quizás te confronten hoy: ¿Estas substituyendo la verdadera adoración a Dios por prácticas que intentan que Dios te bendiga o te proteja a tu modo? Cuando oras y clamas, ¿reconoces que solo en espíritu y en verdad puedes honrar a Dios? ¿Reconoces que en tu corazón aún hay tendencia a fabricar ídolos, a reducir a Dios a una imagen, o a buscar a través de lo que haces tener un control espiritual que solo le pertenece a Él en Su majestad y soberanía? Y qué pasaría si Dios te juzgara solo por tu fidelidad a este mandamiento ¿Serías declarado justo o culpable?
La Biblia nos advierte que la idolatría —en sus formas visibles e invisibles— es un rechazo a la gloria de Dios y una sustitución de Su verdad con mentiras. Nos recuerda que Dios es Espíritu, y que no podemos ni debemos reducirlo a una imagen. Por ello dejemos que Dios sea Dios. Reconozcamos que Él no es una fuerza cósmica ni una imagen que podemos moldear a nuestro gusto, sino el Señor santo y soberano, digno de toda adoración y reverencia. Nuestro propósito no es manipularlo ni controlarlo, sino honrarlo en espíritu y en verdad, viviendo en fidelidad a Su Palabra y sin tratar de reducirlo a algo que podemos comprender o dominar a través de rituales o prácticas piadosas. Que cada día que vivamos, podamos recordar que Dios debe ser honrado con sinceridad y pureza, permitiendo que Su carácter y Su Palabra sean los que guíen nuestra adoración. Solamente así, en humildad y en temor santo, podremos decir con certeza: he honrado a Dios como Él es, sin sustituirlo por ídolos.
Oración: Señor somos tan dados a conformarnos con lo superficial y nos acomodamos tanto en ello que no vemos necesario profundizar en tu Palabra, leemos los mandamientos tan superfluamente que nuestra consciencia cauterizada por el pecado no es redargüida acerca de nuestra maldad, Señor perdóname por no honrarte del modo que Tú has establecido, perdóname por hacer a un lado Tu Palabra para tomar las costumbres de hombres y mujeres que elevan una adoración que no es bíblica mí carne ha sido seducida y te pido perdón, Señor guíame a ser un verdadero adorador que te adore en espíritu y verdad. Amén
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