
“Yo soy Jehová tu Dios, que te saqué de la tierra de Egipto, de casa de servidumbre… Acuérdate del día de reposo para santificarlo” Éxodo 20:2,8
Ningún otro mandamiento ha causado mayor controversia que este: “Acuérdate del día de reposo para santificarlo” Pero… ¿Se mantiene el mandamiento del día de reposo en la actualidad? Si como cristianos guardamos los mandamientos del uno al tres y del cinco al diez ¿Por qué omitir el cuarto?
Al reflexionar sobre este mandamiento, quiero invitarte a mirar en él una muestra profunda del amor y la misericordia de nuestro Dios. Desde el principio, en la creación, Dios nos enseñó que el descanso no es una señal de debilidad, sino un acto de confianza en Él, en Su obra y en Su suficiencia. Cuando Dios nos dice: “Acuérdate del día de reposo para santificarlo”. No nos pide simplemente que hagamos una pausa, sino que hagamos del día de reposo un momento sagrado, diferente, dedicado a Dios y a nuestro descanso en Él. Porque en ese descanso, encontramos la oportunidad para recordar quién es nuestro Creador, que en seis días hizo todo y en el séptimo descansó. Es un día para honrar Su obra y reconocer que dependemos de Su gracia.
El Nuevo Testamento nos enseña que este descanso señala también la redención que Jesús nos ofrece. En Él, encontramos el descanso definitivo, una paz que trasciende la comprensión humana, una esperanza de que toda angustia, dolor y muerte encontrarán su fin en la gloria eterna de Dios. Cada primer día de la semana, cada vez que nos reunimos en comunidad para adorar, estamos haciendo una declaración de fe: que en Cristo encontramos nuestro verdadero reposo, nuestro descanso para el alma. Queridos hermanos, el día de reposo no es solo una obligación legal, sino una oportunidad bendita para renovar nuestras fuerzas, para reencontrarnos con Dios y con nuestros hermanos en la iglesia local. Es un tiempo para aliviar las cargas del corazón y del cuerpo, para fortalecer la vida de fe y para alimentarnos en presencia del Señor, quien nos invita: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar” (Mateo 11:28) No permitamos que las preocupaciones, el estrés o la cultura nos hagan olvidar que el día de reposo es un regalo de Dios, un tiempo especial para detenernos y decirle: “Gracias, Señor, por Tu misericordia”, un día para renovar nuestro compromiso de seguirle en alegría y obediencia. En el descanso y la adoración encontraremos la alegría verdadera y el impulso para vivir cada día en la esperanza de que en Dios hay paz y reposo para nuestras almas.
Al terminar esta reflexión, quiero dejar en nuestro corazónes unas preguntas que nos ayuden a examinar nuestra vida espiritual y nuestro compromiso con el Señor en relación con este mandamiento: ¿Honramos verdaderamente a Dios en nuestro día de reposo, apartando tiempo para descansar en Él, para adorarlo y para fortalecer nuestra relación con Su iglesia? ¿Hemos entendido que reposar en Dios no solo es un deber, sino una expresión de nuestra gratitud y confianza en Su soberanía y gracia? Si se nos juzgara hoy únicamente por la obediencia a este mandamiento, ¿Cómo seriamos hallados? ¿Podríamos presentarnos con la certeza de que hemos honrado ese día como un acto de amor, fe y reverencia a Dios? Y finalmente, ¿Estamos dispuestos a dejar atrás las excusas, las distracciones y las actividades que nos alejan de la verdadera santificación del día del Señor?
Iglesia, que estos interrogantes nos ayuden a rendir nuestro corazón delante de Dios, reconociendo que, a pesar de nuestros fallos, Su gracia es mayor. Confesemos que Su gracia nos invita a una vida de fidelidad y alegría en Su presencia, y busquemos con sinceridad, vivir el día del Señor como un acto de adoración, de cuidado y de esperanza, sabiendo que el Señor, en Su infinita misericordia, nos guía y fortalece para honrarle en cada momento.
Oración: Amado Señor gracias por la vida y la misericordia que prolongas para mí, gracias por Tu Palabra que me muestra como Tú trazaste un plan de salvación para todo aquel que deseé recibirlo, Señor Jesucristo en Ti está el cumplimiento de todo lo que fue escrito y por Tu obediencia hoy podemos regocijarnos de participar en un mejor pacto. Oh Señor que yo pueda reverenciar Tu gracia al darte lo mejor a ti cada día de mi vida, sea que repose o que trabaje que mí intención en todo momento sea honrarte a ti. Amen
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Amén