Más que actos, intenciones: Sexto mandamiento

Publicado el 24 de junio de 2025, 5:25

“Yo soy Jehová tu Dios, que te saqué de la tierra de Egipto, de casa de servidumbre. No matarás” Éxodo 20:2, 13

Este mandato, en apariencia simple, ha sido objeto de profundas reflexiones y controversias a lo largo de la historia de la humanidad. Jesús, al profundizar en su significado, nos invita a mirar más allá de la acción externa, hacia la condición interna de nuestro corazón.

En el Sermón del Monte, Jesús nos desafía a entender que el mandamiento “No matarás” no se limita simplemente a evitar el homicidio en sentido literal. Jesús explica que la verdadera interpretación de la ley exige un examen profundo de nuestras emociones y pensamientos: ¿hemos albergado ira, desprecio, o malicia hacia nuestro prójimo? Aquí, Jesús sitúa el principio del asesinato en la intención del corazón, y con ello nos enseña que Dios espera que ni con mis pensamientos, palabras o actitudes llegue a injuriar, odiar, ofender a mi prójimo, antes, por el contrario, es Su voluntad que yo renuncie a todo deseo de venganza. Al condenar la envidia, el odio y la ira Dios quiere que amemos a nuestro prójimo como a nosotros mismos (sin importar quien sea o cual haya sido su conducta para con nosotros). Jesús no busca reducir la justicia a una simple conducta externa, sino que desafía nuestra conciencia a cumplir la ley en su sentido más profundo y con ello nos hace saber que la justicia de Dios juzga no solo nuestras acciones evidentes, sino también las intenciones ocultas, los pensamientos y los sentimientos que nacen en nuestro interior.

Entonces, surge una pregunta inevitable: ¿cómo seremos hallados por Dios respecto a este mandamiento? no basta con abstenerse de matar físicamente; Dios examina la raíz de nuestros corazones y la sinceridad de nuestra fe y amor ¿Y qué pasa si en algún momento, por negligencia o por un corazón lleno de ira, hemos incumplido este mandamiento en su sentido más profundo? La buena noticia es que Jesucristo vino a cumplir la ley y a ofrecer perdón a todos los que se arrepienten y confiesan sus pecados. La sangre de Jesús habla no de condena, sino de perdón para todos aquellos que, reconociendo su culpa, acuden a Él con corazones humillados. ¿Y cómo podemos responder a esto en nuestra vida diaria? La respuesta no solo está en evitar la violencia física, sino en cuidar nuestro corazón. La verdadera justicia y santidad que agradan a Dios nacen de un corazón cuyo deleite y complacencia es Dios mismo, un corazón que confía en Él con toda humildad y paciencia y que sabe que finalmente Él dará un pago.

Seremos juzgados por mucho más que solo nuestras acciones visibles. Dios ha visto no sólo nuestros actos, Él ha visto nuestro corazón, ha conocido nuestras intenciones, nuestras palabras y pensamientos. ¿Qué hallará en nosotros? ¿Corrupción, ira y odio? ¿O arrepentimiento, misericordia y amor? Como seguidores de Cristo, somos llamados a una vida de santidad que va más allá de los actos externos. Es un llamado a santificarnos desde nuestro interior… a reemplazar el odio con amor, la ira con perdón, la indiferencia con compasión. Solo así estaremos preparados para el día del juicio.

Oración: Amado Señor gracias por este nuevo día, gracias por tu Palabra que es lámpara para mis pies y lumbrera a mí camino, Señor no es fácil nada de lo que Tú demandas, es imposible, pero Tú venciste en la cruz para que al creer yo pueda tener victoria sobre el pecado y mi naturaleza que se complace en lo que es contrario a Tu voluntad. Señor limpia mí corazón de toda ira y enojo, Señor que en mi vida y mí actuar futuro el odio y la ira sean reemplazados con palabras que dan vida y bendicen a los demás incluso a los que buscan mí mal. Amen

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Comentarios

Shirley García
hace 11 días

Amén ,amén