Un amor singular

Publicado el 7 de julio de 2025, 5:27

“Habiendo purificado vuestras almas por la obediencia a la verdad, mediante el Espíritu, para el amor fraternal no fingido, amaos unos a otros entrañablemente, de corazón puro; siendo renacidos, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y permanece para siempre” 1 Pedro 1:22-23

En la enseñanza del apóstol Pedro encontramos una exhortación clara y profunda acerca del amor entre los creyentes. Este amor, al que somos exhortados es mucho más que una emoción pasajera; es un deber moral y espiritual que refleja la naturaleza misma de la nueva creación en Cristo. En un mundo de relaciones superficiales y egoísmo, la comunión de los hijos de Dios debería distinguirse por un amor sincero, genuino y sacrificial. El término griego traducido como amor fraternal proviene de un sustantivo que denota el amor entre los miembros de una familia. A lo que el apóstol está apuntando es a que, así como los hermanos de sangre deben amarse afectuosamente, los cristianos están llamados a hacerlo en un nivel aún más profundo, por ser hijos del mismo Padre celestial. Es importante notar que este amor no se basa en preferencias humanas, afinidades o sentimientos pasajeros, sino en la realidad espiritual de que todos los creyentes compartimos la misma nueva naturaleza y todos hemos sido llamados a alcanzar la misma estatura: la de Cristo, el varón perfecto (Efesios 4:13) Por ello en múltiples pasajes somos exhortados “Amaos unos a otros con amor fraternal”, un amor que surge del hecho de haber sido regenerados por la gracia de Dios, de haber sido adoptados en Su familia.

El amor de los creyentes no se limita a un vínculo natural, sino que se fundamenta en la unión espiritual en Cristo, que trasciende los lazos sanguíneos. El apóstol Pedro no se está refiriendo en el pasaje con el que iniciamos al amor general, sino a aquel que debe caracterizar a los cristianos entre sí —el amor en Cristo. Es un amor que trasciende las afinidades naturales, las diferencias culturales, sociales o educativas. Está basado en una unión espiritual, que crea un vínculo más fuerte que los lazos sanguíneos. Este vínculo, afirmado por Pablo en Romanos 8:16-17, nos recuerda que somos coherederos con Cristo y, por tanto, miembros de una misma familia, una familia espiritual donde el amor mutuo no solo es deseable, sino imprescindible. Este amor fraternal no es superficial ni limitado a gestos exteriores. Implica un compromiso sincero, motivado por la realidad de la gracia y la verdad en Cristo. Iglesia, la gran meta del amor fraternal cristiano es la felicidad del objeto amado en Cristo ¿pero en qué consiste esa felicidad? En su liberación del pecado y su plena felicidad en Dios. Entonces el amor cristiano está orientado hacia la edificación del hermano en la fe, promoviendo su crecimiento espiritual, su santificación y su avance hacia la gloria eterna. Por ello, el amor cristiano se manifiesta en acciones concretas que buscan el bienestar espiritual del otro, en concordancia con la justicia, la misericordia y la paz que enseñó Jesús.

Y aunque estamos llamados a amar a todo aquel que sea nuestro prójimo en general —como hemos aprendido—, hay una diferencia en la naturaleza y manifestación de nuestro amor. La Biblia nos llama a tener un amor de compasión por toda la humanidad, pero el amor que nos une a la Iglesia es singular, no se parece a ningún otro amor, debería ser más fuerte y más afectuoso. Se trata de un amor que busca el bienestar espiritual y la felicidad eterna de nuestros hermanos, en un compromiso que refleja el corazón de Dios. Este amor fraternal hacia los hermanos en Cristo no solo es un deber, sino una expresión de la gracia de Dios en nosotros. Es un vínculo espiritual que refleja la gracia de Dios en nuestras vidas y que debe caracterizar nuestra relación con todos, pero con una particular intensidad y dedicación hacia nuestros hermanos en la fe. Nuestro amor no puede limitarse a gestos superficiales; debe ser un amor sacrificial, genuino y constante, que busca la gracia y la gloria de Dios en cada hermano. Solo así manifestamos que hemos sido transformados por la gracia y que somos verdaderamente parte de la familia celestial.

Oración: Amado Padre Celestial, gracias por la gracia prodigiosa que nos une en Cristo, nuestro hermano mayor. Ayúdanos a amarnos unos a otros con un amor sincero y sacrificial, reflejo de Tu amor eterno. Renueva nuestros corazones, fortalece nuestro compromiso y haz que nuestra comunión como hermanos en Cristo sea un testimonio vivo de Tu gloria, para que todos puedan ver en nosotros el amor que proviene de ti. Que nuestro amor fraternal sea un reflejo de Tu amor, y que en todo lo que hagamos, glorifiquemos Tu nombre. En el nombre de Jesús, nuestro Señor. Amén

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Comentarios

Shirley García
hace 4 horas

Amén