Amando indiscriminadamente

Publicado el 8 de julio de 2025, 2:50

“Habiendo purificado vuestras almas por la obediencia a la verdad, mediante el Espíritu, para el amor fraternal no fingido, amaos unos a otros entrañablemente, de corazón puro; siendo renacidos, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y permanece para siempre” 1 Pedro 1:22-23

Este pasaje nos desafía a entender y practicar el amor cristiano en su máxima extensión, no simplemente en aquellos con quienes tenemos afinidades o cercanía, sino en todos los hermanos en la fe. El texto deja claro que la instrucción no limita el amor a un grupo pequeño, ni a los que parecen más cercanos por afinidades humanas, sociales o culturales. Aunque en la práctica es natural que nuestros corazones se inclinen más hacia algunos hermanos por relaciones más cercanas, Jesús no hizo distinción en Su mandato. Él amó a Sus discípulos y también a todos los que le seguían, y en Su vida manifestó que el amor cristiano no tiene límites ni condiciones. No hay nada de errado en tener amigos dentro de la iglesia local, en desarrollar relaciones íntimas con ciertos hermanos con quienes compartimos intereses o afinidades. Sin embargo, siempre que un hermano requiera ayuda, servicio o exhortación, nuestro criterio debe estar fundado en el amor fraternal, ese amor que proviene de pertenecer a una misma familia en Cristo. Ese amor no discrimina por afinidad humana, sino que se extiende a todos los hermanos, independientemente de su posición social, cultural o nivel de cercanía.

Es imprescindible que como creyentes no seamos indiferentes a las necesidades de los demás en la iglesia. La Biblia nos llama a tener un amor universal y activo, que se manifiesta en acciones concretas como: orar unos por otros, ayudarnos en las cargas, exhortarnos en la verdad y servirnos con humildad y amor genuino. La sencillez de la exhortación de Pedro nos recuerda que somos una familia espiritual, y como tal, estamos llamados a cuidar unos de otros de manera sacrificial y sincera. En la práctica, esto implica también que debemos hacer un esfuerzo consciente por interactuar con todos los miembros de nuestra iglesia local. No limitemos nuestra relación a un círculo concreto de amigos, sino busquemos conocer las necesidades de cada hermano y hermana en Cristo. La asistencia regular a los cultos, a los servicios de oración y la participación activa en la vida de la iglesia son fundamentales para fortalecer esa comunión de amor que refleja la naturaleza misma de Dios, que es amor.

Finalmente, como hijos de Dios, recordemos que nuestro amor no debe ser fingido, sino genuino, pues ha sido generado por el Espíritu Santo en nuestros corazones. Él nos llama a amar con sinceridad y sin límites, haciendo brillar en nuestras vidas la evidencia del nuevo nacimiento y de la transformación que Jesucristo ha producido en nosotros.

Oración: Señor y Dios nuestro, gracias por Tu infinito amor que nos ha alcanzado y transformado. Ayúdanos a practicar el amor fraternal sin fingimiento, a extenderlo a todos los hermanos, sin distinción ni favoritismos. Ayúdame a ser fiel a ti interesándome genuinamente y siendo intencional en conocer las necesidades de mis hermanos y servirles con un corazón puro. Oh Padre, que el amor que nos une en Cristo sea siempre más grande que cualquier diferencia humana, y que al amarnos sacrificialmente podamos reflejar somos discípulos Suyos y traigamos gloria a Tu nombre. Amén

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