Amor en acción

Publicado el 11 de julio de 2025, 5:15

“Hijitos míos, no amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad 1 Juan 3:18

En muchos pasajes de la Escritura Dios nos llama a amar con un corazón puro, un amor que se extiende y no se agota, tomando como referente el amor de Cristo, que se dio por nosotros sin límites. Al respecto hemos considerado muchas acciones prácticas sobre como amar a nuestros hermanos: tener comunión con ellos dentro y fuera del culto; orar por mi hermano en necesidad, contribuir si es necesario económicamente para ayudar; animar, consolar, exhortar, enseñar, discipular… todas estas son acciones que evidencian el amor cristiano hacia los hermanos ¿Pero es esto todo lo que podemos hacer? ¿acaso no hemos pasado algo por alto? Y que del ofrendar para las necesidades de la iglesia ¿es esto también amor cristiano? cuando contribuimos con nuestras ofrendas a la obra de la iglesia, estamos expresando un acto profundo de amor a nuestros hermanos en Cristo.

De hecho, la actitud correcta al ofrendar va mucho más allá del cumplimiento de una obligación; revela las prioridades de nuestro corazón, porque no se trata simplemente de cubrir los gastos de la iglesia, sino de entender que nuestro uso del dinero expresa lo que realmente valoramos y amamos. Nosotros invertimos en aquello que nos interesa, en lo que creemos, y en lo que consideramos importante. Pregúntate: ¿En qué inviertes tu dinero? ¿Qué prioridad tienen las cosas del Señor en tu vida? ¿Qué importancia das a la iglesia local y a la extensión del Reino? El presupuesto mensual que manejamos es, en realidad, un reflejo fiel de lo que hay en nuestro corazón. La obra del reino, la predicación del evangelio y el discipulado, cumplen con el mandato de amar a los hermanos en Cristo y de extender el mensaje de salvación hasta lo último de la tierra (Mateo 28:18-20). Es innegable que hay causas muy nobles y valiosas en las que vale la pena invertir dinero, pero ninguna causa es más noble ni más excelsa que la obra de la extensión del evangelio. Por ello no es de extrañar que haya creyentes que hayan estado dispuestos a ofrecer mucho para el avance del Reino de Dios ¿Por qué? Porque han descubierto un tesoro invaluable. Cuando un cristiano ha hallado el tesoro escondido —el evangelio de Jesucristo—, su apego a las cosas terrenales disminuye y su corazón se volca con amplitud hacia aquello que realmente tiene valor eterno.

No está bien enseñar que el diezmo es obligatorio y que si no diezmas robas a Dios y estarás bajo maldición. Pero es paradójico que muchos creyentes cuando estaban bajo esa convicción tenían siempre una parte reservada en su presupuesto para cumplir con ese mandamiento, pero ahora que saben que la instrucción de Dios es Cada uno dé como propuso en su corazón: no con tristeza, ni por necesidad, porque Dios ama al dador alegre” (2 Corintios 9:7) no lo hacen con regularidad e incluso muchos han dejado de hacerlo… esto hace que surjan interrogantes incomodos ¿Qué motivaba tu “fidelidad” anterior? ¿Era amor por Dios y Su iglesia o temor de ser afectado económicamente sino lo hacías? Y esto es algo que se puede decir no sólo respecto al dar económico, ¿Qué de aquellos que ayunaban cuando creían que con ayuno podían hacer que Dios accediera a sus peticiones, pero que hoy que tienen un conocimiento apropiado del ayuno no lo hacen? ¿Qué dice esto de nosotros… es fe o es temeridad de nuestra parte hacia Dios? ¿Por qué me cuesta dar voluntariamente? ¿Por qué me cuesta darme en adoración exclusiva, por mera gratitud y sin interés a Dios? ¿Será por qué no es Dios lo que más atesoró?

¿Qué motivación impulsa tu ofrenda? Si comprendes cuánto Dios ha entregado por ti —a su propio Hijo— y cuánto Cristo entregó voluntariamente en la cruz, tu corazón naturalmente responderá en generosidad y amor sacrificial. El apóstol Pablo nos recuerda en 2 Corintios 8:9 que ya conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que por amor a vosotros se hizo pobre, siendo rico, para que vosotros con Su pobreza fueseis enriquecidos. La generosidad que proviene del corazón, modelada por el amor de Cristo, nos incita a dar sin reservas, no solo para cubrir necesidades materiales, sino por el deseo profundo de que la obra del evangelio continúe avanzando y dando frutos. El cristiano que entiende la magnitud de la gracia recibida, no puede sino responder contribuyendo con alegría, confiado que todo lo que tiene proviene de Dios ¡Oh iglesia es con lo recibido de Su mano que le honramos!

En esto hemos conocido el amor, en que Él puso Su vida por nosotros; también nosotros debemos poner nuestras vidas por los hermanos, como afirma 1 Juan 3:16. La visión cristiana de la generosidad va más allá de meras acciones, es un reflejo del amor sacrificial que Cristo demostró en la cruz. Como Martín Lutero destacó, “la verdadera generosidad siempre implica sacrificio y amor; no es simplemente dar, sino dar con el corazón puesto en Dios y en los necesitados”. Que nuestras ofrendas no sean solo dinero entregado, sino expresiones sinceras de amor que unen nuestros corazones en un compromiso real con la familia de Dios. Cuando contribuimos con alegría y generosidad, estamos participando en el mandamiento de amar a nuestros hermanos, no solo en palabras, sino en hechos y en verdad. Porque, en última instancia, al dar por la obra de Dios, estamos demostrando que Él tiene un lugar absoluto en nuestro corazón, y que nuestro amor por los hermanos en Cristo se expresa en acciones concretas que edifican la iglesia y glorifican a nuestro Señor.

Oración: amado Dios venimos ante Ti reconociendo nuestra maldad porque nos hemos amado más a nosotros mismos, perdónanos y límpianos. Fortalece Oh Señor en nosotros la verdadera generosidad, que no solo motive nuestros bolsillos, sino también nuestros corazones. Que cada ofrenda sea una expresión genuina del amor de Cristo, un acto que refleje la profundidad de Su gracia en nuestras vidas y que contribuya a la extensión de Tu reino. Así, nuestras acciones no solo cumplirán con un deber, sino que serán un vivo testimonio del amor activo y sacrificial que Tu nos has mostrado en Cristo, para la gloria de Tu nombre y la edificación de Tu iglesia. Amén

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Comentarios

Shirley García
hace 17 horas

Amén.