
“Porque ejemplo os he dado, para que como yo os he hecho, también vosotros hagáis” Juan 13:15
En la cultura contemporánea, vivimos inmersos en una corriente de pensamiento que promueve el «individualismo expresivo»: que no es otra cosa que la vana filosofía que enfatiza la importancia de la autoexpresión y la “autenticidad” como base de la identidad individual y el significado de la vida… en otras palabras es vivir creyendo que somos nosotros mismos cuando expresamos nuestros sentimientos y deseos internos al mundo exterior, especialmente a través de comportamientos que reflejan fielmente lo que sentimos sin importar como esto afecta a los demás. Este pensamiento filosófico promueve la idea de que la verdadera felicidad reside en la libertad personal de perseguir nuestros sueños, seguir nuestro corazón y buscar la realización individual sin restricciones ni responsabilidades hacia los demás. Este paradigma, alimentado por la cultura de la autonomía radical, nos lleva a limitar nuestras obligaciones para con los demás y a priorizar nuestro bienestar sobre el bien del prójimo.
Pero la Biblia, en su sabiduría eterna, nos revela que el amor verdadero requiere una transformación radical del corazón. Como afirma 1 Corintios 13:5, el verdadero amor “no busca lo suyo” Este principio desafía la mentalidad del egoísmo y nos invita a considerar las necesidades de los demás por encima de nuestras propias preferencias y comodidades. El amor bíblico no es un sentimiento agradable o una emoción romántica, sino una decisión activa de poner a otros antes que, a uno mismo, incluso si esto implica sacrificios y renuncias. El ejemplo supremo de amor sacrificial es Jesucristo. En Mateo 20:28, leemos que “el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar Su vida en rescate por muchos”. Jesús, en Su humildad y amor infinito, no buscó Su propia comodidad o prestigio, sino que se sometió voluntariamente a la voluntad del Padre y llevó sobre Sí mismo nuestras cargas en la cruz. La muerte de Cristo, con Su sacrificio sustitutorio, es la máxima demostración de amor que nunca puede ser superada (Romanos 5:8-10).
Efesios 5:2 nos exhorta a “andar en amor, así como Cristo nos amó y se dio a Sí mismo por nosotros” Este amor activo exige que renunciemos a la ilusión de la autonomía y que abracemos las restricciones y cruces que el amor genuino implica. La verdadera libertad no está en hacer lo que nos plazca, sino en someter nuestras voluntades con gozo al bien de los demás, siguiendo el ejemplo de nuestro Señor. El amor sacrificial nos lleva a dar la bienvenida a las interrupciones, los inconvenientes y las cargas que este amor requiere. Como dice la carta a los hebreos “permanezcan en el amor fraternal” (Hebreos 13:1) La iglesia de Cristo no es un grupo de individuos aislados que persiguen su felicidad personal, sino un cuerpo unido en la búsqueda del bien común, modelando en nuestras vidas el amor que Jesús mostró en la cruz. Este amor no es solo una dosis de voluntarismo moral, sino un fruto del Espíritu Santo que obra en nosotros, transformando nuestro corazón y fortaleciendo nuestra voluntad para amar y servir de manera activa. La gracia de Dios nos llama a salir de la prisión del egoísmo y a vivir en libertad verdadera, una libertad que se expresa en servicio y sacrificio por el bien del prójimo.
Oración: Oh Señor concédenos la gracia de abandonar el refugio del individualismo y seguir el ejemplo de Tu amado Hijo, nuestro ejemplo amor y servicio supremo. Que podamos abundar en el amor que describe la Escritura, un amor que no busca lo suyo, dispuestos a sacrificar nuestros gustos, comodidades y hasta nuestras vidas, para reflejar el amor sacrificial de Cristo, nuestro Redentor. Amén
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Ayúdame Señor
Amén