Imitando a Cristo en un mundo que rechaza el verdadero amor

Publicado el 16 de julio de 2025, 3:01

“Hijitos míos, no amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad 1 Juan 3:18

En nuestra cultura moderna, el amor muchas veces se reduce a sentimientos pasajeros o expectativas de recompensa inmediata. El amor contemplativo, esa especie de quietud romántica, busca reconocimiento y afirmación, y se cansa fácilmente cuando la retribución que espera no llega rápidamente. Sin embargo, la Biblia nos llama a un tipo de amor mucho más profundo y desafiante: el amor cristiano, que persevera aun cuando no recibe reciprocidad ni reconocimiento alguno.

El amor cristiano, inspirado en Jesucristo, no fluctúa según las circunstancias ni se mide por la respuesta del prójimo. Como nos enseña la vida de Jesús, Su amor fue rechazado, despreciado y no correspondido por muchos, pero Él permaneció firme e inquebrantable en Su compromiso de amar y salvar a la humanidad caída. La cruz no solo ejemplifica la máxima expresión del amor divino, sino también la aceptación del rechazo humanamente inevitable. La cruz revela que una verdadera expresión de amor será cruciforme, moldeada por el ejemplo de Cristo, incluso en medio de la hostilidad y el rechazo. Juan 15:13 dice: “Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos”. La verdadera gracia del amor cristiano no busca imponer su valor ni exigir reciprocidad, sino que se regala sin condiciones, siguiendo el ejemplo de Jesús. Él oró por Sus verdugos en Su agonía: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Lucas 23:34). Este acto de amor, que se manifiesta en la cruz, nos llama a un amor que no se detiene cuando es despreciado, sino que continúa orando, sirviendo y sacrificando.

Al igual que la iglesia en Éfeso somos exhortados a “andar en amor, como también Cristo nos amó y se dio a Sí mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios” (Efesios 5:2) Este amor cristiano forma nuestro carácter y nos hace reflejar en nuestras vidas esa misma belleza que Cristo reflejó en la cruz. La gracia del Espíritu Santo trabaja en nosotros, no solo para que imaginemos actos de amor, sino para ejercitarlos repetidamente, incluso en las circunstancias más difíciles. La repetición de actos de amor desinteresados y sacrificiales nos va moldeando en la imagen de Cristo, formando en nosotros un pueblo que ama según Su ejemplo. En este punto, es importante recordar que no somos justificados por nuestro amor al prójimo, ni podemos vivir la vida que Jesús vivió por nuestras propias fuerzas. La justicia que nos salva es únicamente la fe en la obra terminada de Cristo. Sin embargo, como hijos y herederos de esa gracia, somos llamados a imitar a nuestro Maestro en amor — un amor que se sacrifica, que se entrega y que persevera en la cruz.

El Espíritu Santo nos capacita para seguir este camino. La transformación no sucede en un solo acto, sino en la repetición constante: elegir limitar nuestro ego, buscar el bien del prójimo y perdonar cuando somos heridos, confiando siempre en la suficiencia de la gracia de Dios, porque el amor cristiano no consiste en imágenes o fantasías, sino en obras que reflejan la verdadera semejanza con Cristo, la cual el Espíritu y la gracia de Dios trabajan en nosotros.

Oración: precioso Dios y misericordioso Señor que podamos, por Tu gracia, abrazar el amor cruciforme, no solo en teoría sino en la práctica cotidiana, y que el Espíritu Santo continúe perfeccionándonos a la imagen de Cristo, para que nuestro carácter sea un verdadero testimonio del amor que Dios nos ha regalado en Cristo. Amén

Valoración: 5 estrellas
6 votos

Añadir comentario

Comentarios

Shirley García
hace 4 días

Amén

Yamileth
hace 4 días

Ayúdanos señor.