Reconociendo nuestra miseria y celebrando Su gracia

Publicado el 19 de julio de 2025, 3:34

Imagina por un momento a alguien que intenta robar la pieza más valiosa del tesoro del rey, lleva a cabo su plan con astucia, pero que al final es atrapado, juzgado y condenado a muerte, sin importar sus súplicas… ¿y que tiene que ver eso con nosotros? La escena nos recuerda nuestra realidad espiritual: todos, sin excepción, somos ese criminal que le ha robado al Rey. La Biblia declara en Romanos 6:23: “Porque la paga del pecado es muerte”, y Santiago 2:10 dice “el que guarda toda la ley, pero falla en un punto, se ha vuelto culpable de todo”. La gravedad de nuestros pecados es absoluta ante un Dios santo, y cada transgresión —por pequeña que parezca— nos hace merecedores de la muerte, la separación eterna de Dios, y el castigo del infierno. Pero a diferencia del criminal en la historia, nuestro Rey, con un amor infinito, no nos deja en esa condición condenatoria. La Biblia proclama con tremendo gozo: “Pero Dios, siendo rico en misericordia, por el gran amor con que nos amó, aun estando nosotros muertos en pecado, nos dio vida juntamente con Cristo...” (Efesios 2:4-5). La misericordia de Dios se revela en que, a pesar de nuestra culpa, Él envió a Su Hijo a pagar por nuestra deuda en la cruz. Cristo, en Su obediencia perfecta, tomó nuestro lugar y pagó la justa condena que merecíamos. Por gracia, mediante la fe en Jesús, somos salvos. No por nuestros méritos, sino por Su misericordia y Su obra redentora.

¿Y qué significa esto para ti? Significa que, en Cristo, has sido liberado del temor al castigo, de la vergüenza y de la culpa. La gracia de Dios no solo elimina la condena, sino que hace posible que vivas en libertad, en gozo y en gratitud. La Biblia en Efesios 2:8 dice: “Por gracia sois salvos, por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios”. La salvación no es un premio que alcanzamos, sino un regalo inmerecido, que nos invita a vivir en gratitud y amor hacia nuestro Señor. ¿Has entendido la magnitud de tus pecados? ¿Has visto la profundidad de la misericordia de Dios en Cristo para contigo? La comprensión de estas verdades no solo nos consuela, sino que también nos impulsa a vivir de manera radical. Si en verdad conocemos lo que Él ha hecho por nosotros, nuestro corazón debería arder en deseo de honrarle, de obedecerle y de compartir esta buena noticia con otros. Pero si aún no has experimentado ese consuelo, te invito a que pongas tu confianza en Cristo. No pongas tu esperanza en lo que puedes hacer tú, sino en lo que Jesús hizo por ti en la cruz. Solo en Él hallaremos verdadera libertad y paz. La salvación por gracia y por fe es un regalo que Dios te ofrece hoy, en este momento.

Para quienes conocemos esa gracia, que nunca perdamos la maravillosa alegría de saber que, por misericordia, somos hijos amados y redimidos en Cristo. Que esta verdad nos llene de gratitud y ansia de vivir vidas que reflejen Su amor y gloria. Que la conciencia de nuestra propia miseria nos lleve a depender más de la misericordia de Dios, y no en nuestras propias fuerzas. Que, en medio de las dificultades, recordemos siempre que estamos en Cristo, y en Él, tenemos una esperanza eterna, una gloria futura y un gozo que ninguna circunstancia puede quitar…. Así que, una vez más, te pregunto: ¿entiendes la gravedad de tus pecados? ¿Capta tu alma la magnitud de la misericordia de Dios para contigo? Y si es así, ¿cómo esta verdad te trae consuelo hoy, en cada prueba, en cada lucha? Tú que me escuchas, si aún no has experimentado esa paz y ese consuelo, hoy te invito; vuelve tus ojos a Cristo. Reconoce tus miserias y apóyate en Su gracia. La misma misericordia que te abraza puede transformar tu vida y llenarla con un gozo duradero. No hay nada en este mundo que pueda ofrecerte la seguridad y el descanso que solo Cristo proporciona. Y si ya disfrutas de esa gracia, vive cada día en acción de gracias, impulsado por el amor que has recibido. Que tu vida refleje la libertad que te ha sido otorgada en Cristo, y que cada momento sea una oportunidad para glorificar a Dios y compartir esta esperanza con otros. La gracia de Dios no solo nos salva iglesia, sino que también nos capacita para vivir vidas radicales, en amor y en servicio, buscando siempre Su gloria.

Finalmente, recuerda: en Cristo, has encontrado tu verdadera identidad y tu mayor consuelo. No importa el peso de tus fallos ni las dificultades que atravieses ahora, en Él tienes una seguridad eterna. Que esta verdad sea la raíz de tu alegría mi hermano, la base de tu esperanza, y el motivo de tu adoración diaria. Porque en Cristo, ¡hemos sido salvados, y en Él también viviremos y moriremos felices para gloria y alabanza de Su Nombre! Amén

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Comentarios

Yamileth
hace un día

Amén.

Shirley García
hace un día

Amen