La necesidad de la gracia

Publicado el 22 de julio de 2025, 5:13

Te has preguntado alguna vez ¿Qué pide Dios de ti? Bueno Jesús lo expreso de manera clara y concisa “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas” (Mateo 22:37-40) Este amor como hemos aprendido no es una emoción superficial ni un sentimiento pasajero, sino un amor profundo, radical y enraizado en la gracia que Cristo ha derramado. ¿Tenemos la capacidad de cumplir esto perfectamente? No, porque por naturaleza estamos inclinados a aborrecer a Dios y a nuestro prójimo (Tito 3:3).

La ley de Dios demanda de nosotros un estándar imposible de cumplir, ser conscientes de cuan miserables somos por causa de nuestra incapacidad natural debe llevarnos primero al arrepentimiento porque hemos incumplido la ley de Dios y posterior a ello a un quebrantamiento genuino que nos haga llorar por causa de nuestra pobreza en espíritu (Mateo 5:3) ¡Oh cuan miserable soy: porque no hago el bien que quiero sino el mal que aborrezco ¡quién me librará de este cuerpo de muerte! (Romanos 7:24) somos portadores de un corazón perverso, inclinado al mal desde nuestra infancia (Jeremías 17:9) ¿Cuán terrible es nuestra condición? ¿No sería acaso mejor para nosotros si no hubiese mandamientos y leyes? Imagínate un mundo en el que todos viviéramos para hacer lo que quisiéramos, sin que nada nos limitara, sin importar que lo que es bueno para mí no lo sea para otro ¿podemos acaso los seres humanos autorregularnos? No. La base de nuestra existencia debe estar regulada por alguien que sea inmutable, y sólo Dios tiene ese atributo… así que Suyo también es el derecho de decir que es bueno y que es malo, no sólo porque Él nos creó sino porque Él nunca cambia.

Muchos quisieran que no hubiese un Dios que testifique y juzgue nuestra conducta como maldad, aquellos que aborrecen a Dios se han convencido de que no existe y pretenden convencer a los demás de lo mismo. Su argumento es ¿Si Dios existe porque permite el mal? Y usan como ejemplo terribles depravaciones o tragedias, pero ¿Qué diferencia tu maldad de la de otro? ¿Por qué un adultero es menos culpable que un violador de niños? ¿Por qué un mentiroso es menos culpable que un asesino? Lo cierto es que, ninguno de nosotros podríamos soportar la justicia de Dios, la razón por la que no hemos sido consumidos es por causa de Su misericordia (Lamentaciones 3:22-23). No importa si delante de los hombres hay personas más “perversas y malas” que yo, cada pecado tiene una consecuencia. Todos, sin excepción, todos los pecados nos alejan de Dios. Y todos merecen un castigo: la muerte (Romanos 6:23) No hay excusa, ni justificación posible. Fallamos en cumplir esa justicia perfecta. Todos somos pecadores, con una inclinación natural a vivir en corrupción, y esa naturaleza nos aleja de Dios.

Al considerar lo que Dios pide de nosotros, entendemos que Su estándar es perfecto y que todos, sin excepción, hemos fallado en alcanzarlo. La realidad de nuestra condición caída nos revela la profunda necesidad de un Salvador y de Su misericordia infinita. La ley, lejos de ser solo una lista de reglas que hacen posible que alcancemos la salvación, es la evidencia nuestra incapacidad para agradar a Dios por nuestros propios esfuerzos y nos conduce, por medio del Espíritu Santo, a reconocer nuestra miseria y clamar por gracia. Solo en Cristo encontramos la verdadera esperanza, pues Él cumplió perfectamente la ley y tomó sobre Sí la justicia que merecíamos, ofreciéndonos a cambio perdón y vida. Que esta verdad nos lleve a humillarnos en humildad, a arrepentirnos sinceramente y a confiar en la obra redentora de Cristo, quien nos llama a una vida de amor genuino, alimentada por Su gracia y dirigida para Su gloria.

Oración: Señor Dios y Padre abundante eres Tú en misericordia. Reconozco que delante de Tu perfección y justicia soy pequeño, miserable y consciente de mi incapacidad para cumplir Tu ley por mis fuerzas. Me arrepiento de mis pecados, de no haberte amado como Tú eres digno y de no haber amado a mi prójimo como a mí mismo, y confieso que solo en Cristo encuentro perdón y esperanza. Gracias por Su sacrificio, por Su justicia perfecta y por llenar mi corazón con Tu Espíritu para que pueda vivir en amor auténtico. Te entrego mi corazón, mi mente y mis acciones, y te pido que a través de Tu Palabra me transformes día a día para glorificarte en todo. Ayúdame a depender siempre de Tu gracia y a perseverar en fidelidad hasta el fin. En el nombre de Jesús. Amén.

Valoración: 4.3333333333333 estrellas
6 votos

Añadir comentario

Comentarios

Shirley García
hace un día

Amén

Yamileth
hace 17 horas

Amén.