
“Y vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera. Y fue la tarde y la mañana el día sexto” Génesis 1:31
Dios nos creó a Su imagen, buenos y justos y con la capacidad de elegirle a Él como nuestro único deleite… pero esa capacidad no estaba limitada para escogerle sólo a Él. No fue el capricho de Dios la razón por la cual fuimos creados, sino Su voluntad de darse a nosotros como máximo bien, pero para ello el ser humano debe tener libertad para escoger amar a Dios, glorificarlo y vivir en comunión con Él.
En Génesis 1:31 leemos que Dios evalúa toda Su creación como algo “en gran manera bueno”, pero tan solo unas páginas más adelante podemos también leer: “Y vio Jehová que la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal” (Génesis 6:5) ¿Qué pasó? ¿Se equivocó Dios al crear al hombre? ¿Somos malos porque fuimos hechos así? No fue que Dios nos hiciera malos, porque el mal no es algo que se crea, el mal es algo que se elige. Nosotros decidimos no escoger vivir para el propósito que fuimos creados… Nuestra elección produjo y continúa produciendo el estado de maldad que nos envuelve. En Su soberanía, Dios decidió crearnos libre albedrío, un regalo de Su gracia para que el amor hacia Él no fuera una obligación mecánica, sino una respuesta voluntaria a Su bondad. Como dijo Jonathan Edwards, “El amor a Dios no puede ser forzado; tiene que ser espontáneo… por eso, Dios nos dio la libertad para elegir”. Sin embargo, la realidad del pecado y del mal nos muestra que decidimos apartarnos de este propósito divino. Romanos 5:12 explica que la muerte y el sufrimiento entraron al mundo “por una sola ofensa”, es decir, por la decisión humana de desobedecer a Dios. No es que Dios haya creado maldad, sino que esta surge de nuestra propia voluntad, que al elegir prefiere la autosuficiencia y la independencia en lugar de confiar en la bondad y soberanía de Dios.
No podemos culpar a Dios de la maldad que vemos a nuestro alrededor e incluso en nuestras propias vidas, si bien es cierto que Dios es soberano sobre el mal, el mal que mora en cada ser humano no fue creado por Dios, sino que ha sido nuestra elección… pero en Su bondad y misericordia, Él está dispuesto incluso a usar nuestra maldad para cumplir Sus propósitos soberanos, porque como dice la Escritura: “Su consejo permanecerá y Él hará todo lo que quiere” (Isaías 46:10) el mejor ejemplo de como la maldad es útil en las manos de Dios lo tenemos en la cruz del calvario: fue nuestra maldad la que hizo posible que el cordero fuese inmolado como pago del rescate de aquellos que desde antes de la fundación del mundo han sido escogidos para ser pueblo de Su prado y ovejas de Su mano.
Dios, siendo bueno, no nos abandona en nuestra caída. En Cristo, nos ha ofrecido la redención y la restauración definitiva, prometiendo un día en el que todo será restaurado y el mal será eliminado. Como dijo Martín Lutero, “El pecado no anula la bondad de Dios, sino que muestra cuánto necesitamos de Su gracia”. Por ello, amada Iglesia, que la verdad de que Dios es bueno y que en Su soberanía usa todo para Su gloria y para bien de nuestras vidas llene tu corazón hoy de esperanza. Que puedas confiar en Su promesa de restaurar todas las cosas, y que tu vida refleje Su amor y gracia en medio la lucha cotidiana.
Oración: Señor Dios, Padre bueno y misericordioso, te alabamos por Tu soberanía y por la creación perfecta que hiciste en Cristo. Reconocemos que, por nuestra decisión, hemos permitido que el mal entre en el mundo y a nuestras vidas, pero confiamos en Tu gracia y en la obra redentora de Tu Hijo. Transforma Señor mi corazón que está en Tu mano, Oh Padre inclínalo hacia todo lo que es Tu deseo para que yo pueda escogerte a Ti como mi mayor deleite y pueda vivir en obediencia y amor, confiando y esperando por el cumplimiento de Tu promesa de restauración final. Gracias porque en Tu bondad infinita no somos como los que no tienen esperanza, gracias por Tu promesa que nos consuela y nos inspira a perseverar fieles en medio de la cotidianidad de nuestros días… a la espera de la redención futura. Ven pronto Jesús. Amén.
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Amén