La gracia que no merezco

Publicado el 29 de julio de 2025, 5:21

En nuestra relación con las autoridades humanas, entendemos claramente que las consecuencias de nuestras acciones son justas y merecidas, basadas en la ley y en la justicia. Sin embargo, con Dios, a menudo actuamos como si Su gracia fuera algo que merecemos o que podemos negociar, olvidando que, por nuestras propias obras, estamos en realidad destinados al juicio y a la condena eterna. La Biblia nos declara en Romanos 3:23 que “por cuanto todos pecaron, están destituidos de la gloria de Dios”, y en Romanos 6:23 que “el salario del pecado es muerte. Somos, en esencia, culpables y merecedores del castigo, sin ningún mérito que nos justifique ante la santidad de Dios. Pero lo asombroso del evangelio es que Dios, en Su perfecta justicia, también es inmensamente misericordioso. Él, que no necesita nuestra gracia ni está obligado a mostrárnosla, en Su gran amor nos extiende un regalo inmerecido: gracia por causa de la obra de Cristo. Como afirma Efesios 2:4-5, “pero Dios, que es rico en misericordia, por Su gran amor con que nos amó, nos dio vida juntamente con Cristo”. Dios nos ha librado de la condena que merecíamos, y no solo nos ha perdonado, sino que nos ha dado vida y esperanza, a pesar de nuestras traiciones y desobediencias. La gracia de Dios no es un pago sino un regalo que no merecemos, un acto soberano de Su misericordia que debemos recibir con acciones de gracias y con humildad.

Nuestra posición natural y justo sentir debe llevarnos a reconocer que merecemos el infierno, esa eterna separación de Dios. Sin embargo, el Evangelio nos invita a mirar hacia la cruz, donde Cristo tomó nuestro lugar y pagó por nuestras transgresiones. Él voluntariamente tomó nuestro lugar en la cruz y pago el justo castigo que merecen nuestras transgresiones no solo para que escapáramos del castigo, sino para que entremos en una relación de amor y gracia con nuestro Creador, un pacto en el que la misericordia triunfa sobre la justicia en favor de los que creen en Cristo. Como dice 2 Corintios 5:21, “Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en Él”. Por eso, amado hermano y hermana, te animo a reflexionar y a recordar con humildad y gratitud lo que realmente merecías y lo que Dios, en Su misericordia, te ha dado. La gracia inmerecida de Dios en tu vida es un tesoro que debe inspirarte a vivir con gratitud, en obediencia y en amor activo a Él, no como un requisito para salvarte, sino como respuesta al amor que ya has recibido. Reconoce cada expresión de Su gracia, y que cada día puedas agradecerle por la seguridad de tu salvación, que no se basa en tus méritos, sino en la fidelidad y misericordia de nuestro Dios.

Oración: Señor, Tú que eres Santo y justo, reconocemos que por nuestros propios méritos ni siquiera merecemos Tu misericordia, mucho menos Tu gracia… sino que merecemos estar privados de Tu gloria para siempre. Pero en tu amor, nos extiendes un regalo inmerecido: la salvación en Cristo Jesús. Gracias por Tu misericordia, por Tu gracia abundante y por la seguridad que tenemos en Tu promesa. Ayúdanos a vivir cada día consciente de lo que realmente merecemos y a responder con gratitud y obediencia, para gloria de Tu nombre. Amén.

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Comentarios

Shirley García
hace 10 horas

Amén