
“La mente del hombre planea su camino, pero el Señor dirige sus pasos” (Proverbios 16:9)
Muchas veces, cuando logramos algo grande, tendemos a atribuir nuestro éxito exclusivamente a nuestro esfuerzo, inteligencia o sacrificios. La mentalidad de que “yo lo logré” puede nublar la verdadera causa de todo lo que sucede en nuestras vidas: la soberanía y providencia de Dios. La Biblia nos enseña que, detrás de cada logro, cada circunstancia, hay un Dios activo que dirige todos los hechos y decisiones. Nada en nuestra existencia sorprende a Dios; Él lo ve todo, lo sabe todo y mantiene controlado el universo y nuestras vidas. Sin embargo, esta verdad no disminuye nuestra responsabilidad. Al contrario, nos llama a vivir en la libertad que Cristo nos ha dado y a reconocer que, aunque Dios gobierna, nuestras decisiones sí importan.
La Biblia nos muestra en Filipenses 2:13 que "Dios es quien obra en vosotros, tanto el querer como el hacer, por Su buena voluntad". Esto significa que cada motivación, cada esfuerzo, cada acción, es fruto de la gracia de Dios obrando en nuestro corazón. Estamos llamados a vivir en obediencia, no para ganarnos la salvación, que ya es un regalo por gracia, sino como respuesta natural a Su amor y misericordia. Es en esta misma gracia que podemos esforzarnos y ser diligentes en nuestras acciones, sabiendo que Dios recibe la gloria en lo que logramos y en nuestro carácter transformado. La Biblia nos llama a ser fieles, a obedecer en todo lo que hacemos. En Romanos 12:1, Pablo exhorta a los creyentes a presentar sus cuerpos en sacrificio vivo, en obediencia y dedicación. No podemos confiar en que “todo ya está decidido” y entonces vivir pasivamente; si eso fuera así, estaríamos rechazando la obra activa de Dios en nuestras vidas y cayendo en una forma de libertinaje.
La gracia de Dios también nos protege del orgullo y la autosuficiencia. Nos ayuda a entender que todo lo bueno en nosotros proviene del Señor, y que nuestro esfuerzo, por ínfimo que parezca, es usado por Dios para cumplir Sus propósitos. Como decía Juan Calvino, “De nada sirve que levantes tu mano, si no te apoyas en la gracia de Dios”. La verdadera motivación para vivir una vida virtuosa y responsable no es la búsqueda de aceptación o salvación, sino el amor agradecido hacia Aquel que nos salvó y nos transforma por Su gracia. Por otro lado, si vivimos con una actitud de indiferencia o desprecio por el esfuerzo, creyendo que nuestras acciones no tienen importancia porque “todo ya fue decidido”, caemos en la negligencia espiritual y en la tentación del legalismo. La Biblia nos llama a ser diligentes, a trabajar con temor y temblor, sabiendo que Dios recompensa la fidelidad. La obediencia, entonces, es una respuesta a la gracia, no una condición para obtenerla.
Llevo esto a nuestro corazón: como iglesia, debemos reflexionar, ¿estamos viviendo en la libertad que Cristo nos da, o estamos en uno de los extremos? ¿Nos esforzamos por agradar a Dios con sinceridad, o simplemente vivimos sin propósito ni compromiso? La verdadera comprensión de la providencia de Dios nos motiva a esforzarnos y a glorificarlo en todo, confiando que nuestro trabajo y nuestras decisiones son parte del plan de Dios.
Oración: Señor, ayúdame a entender Tu soberanía, a vivir en la libertad que me das en Cristo, y a esforzarme en obedecerte, sabiendo que todo lo que hago, si es para tu gloria, tiene valor delante de ti. Amén
Añadir comentario
Comentarios
Amén