Vuelve y no te miraré con ira

Publicado el 9 de agosto de 2025, 2:07

“Vuelve, infiel Israel. No te miraré con ira, porque soy misericordioso; solo reconoce tu iniquidad” Jeremías 3:12

A Dios, en Su misericordia, le duele que Su pueblo haya abandonado el primer amor, y a través del profeta Jeremías, Él extiende una invitación llena de gracia: “Vuelve, infiel Israel. No te miraré con ira, porque soy misericordioso; solo reconoce tu iniquidad” Este llamado a regresar revela que la restauración es posible, que el amor de Dios no ha desaparecido, sino que espera que respondamos con arrepentimiento sincero. El evangelio nos ofrece esa esperanza: la misericordia y gracia de Dios están disponibles para quienes reconocen su pecado, se arrepienten sinceramente y regresan a su primer amor. Como nos recuerda Juan 6:37, “El que a mí viene, no lo echo fuera”. La fidelidad de Dios no se basa en nuestra perfección, sino en Su misericordia infinita y en Su promesa de restaurar a los que vuelven a Él con corazón contrito. Al reflexionar sobre eso, debemos preguntarnos si nuestra relación con Dios ha perdido esa primera pasión. ¿He dejado de buscarle con la misma intensidad? ¿Mi devoción se ha enfriado con las ocupaciones, la rutina y las distracciones del mundo? Amada Iglesia la vida cristiana no consiste solo en cumplir obligaciones religiosas, sino en mantener vivo ese amor ardiente y esa intimidad constante con nuestro Salvador. Es importante entender que la restauración no requiere que nos exijamos perfección perfecta, sino que volvamos a confiar en la gracia de Dios. Como dijo Thomas Boston, “La gracia no solo limpia las manchas, sino que también enciende el fuego en el corazón del creyente”. Cuando Dios nos llama a volver, Él nos invita a reavivar ese amor inicial, a dejar atrás las excusas y las distracciones, y a dedicarnos con renovado fervor a Él.

Debemos también recordar que Dios nunca deja de buscarnos ni de amarnos. En Jeremías 31:3, el Señor declara: “Con amor eterno te he amado; por eso te sigo teniendo misericordia”. Esa fidelidad divina debería movernos a responder con un corazón sincero y humillado, a buscar restaurar esa intimidad que una vez gozamos y que, por las luchas y distracciones, hemos puesto en pausa o hemos olvidado. Sin importar que nuestras faltas sean muchas, la misericordia de Dios siempre está abierta a quienes se arrepienten y vuelven a Él. Su gracia nos recibe con brazos abiertos, porque Su amor es más grande que nuestros pecados, y Su fidelidad supera nuestra deslealtad. Por eso, el llamado hoy es a meditar en nuestro corazón: ¿he perdido ese primer amor? ¿Qué pequeñas cosas han desplazado mi pasión por Cristo? La buena noticia es que no importa cuán lejos estés, Dios te llama una vez más a regresar, a renovar tu compromiso con Él y a avivar ese fuego de amor que nunca debe menguar ni extinguirse. Podemos, como la esposa del Cantico de Cantar de los Cantares, lavarnos en las corrientes de agua viva, dejarnos renovar por Su Espíritu, y retomar con alegría ese primer amor que nos lleva a servir con devoción y prontitud a nuestro Salvador. Porque, en definitiva, no estamos llamados a vivir en una rutina fría, sino en un romance vivo, en una relación de gracia, fidelidad y amor que nunca se mengua. Que nuestra oración sea hoy la de David en Salmo 51:12: “Restaura en mí la alegría de Tu salvación y haz que esté dispuesto a obedecerte” (NTV).

Solo en Cristo encontramos esa renovación, esa pasión que enarboló nuestra alma en los primeros días, y que nunca debe apagarse. Porque Él, nuestro eterno esposo, nos llama a volver una y otra vez a Su amor ardiente, y en esa comunión hallaremos la verdadera alegría y paz que solo Él puede dar.

Oración: Misericordioso Señor, en Tu amor infinito, nos llamas a volver, a despertar de la rutina y a restaurar ese primer amor que un día nos impulsó a seguirte con pasión. Reconozco, Señor, que he permitido que las ocupaciones, las distracciones y la autosuficiencia enfríen mi fervor y mi anhelo de comunión contigo. Te suplico hoy, con humildad, que obres en mi corazón: trae arrepentimiento sincero, quebrántame con tu Espíritu Santo y hazme entender cuán grande es Tu misericordia y gracia para perdonarme y limpiarme de toda maldad. Oh Señor si aquellos que no conocen la verdad de Tu evangelio delante de Ti son inexcusables de su maldad ¿Cuánto más inexcusable es mi maldad delante de Ti siendo que me has dado tanto y me has concedido conocer la verdad de Tu Palabra? Oh Dios omnipotente para Ti todas las cosas son posibles, haz lo que sea necesario para que mi corazón se humille verdaderamente delante de ti, que yo pueda dejar atrás las excusas y las distracciones para amarte con todo el corazón con todas mis fuerzas, alma y mente ¡Aviva oh Dios en este tiempo Tu obra en mi vida en este tiempo, en medio de este tiempo y las circunstancias que estoy viviendo hazla conocer! Amén

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