
La relación entre arrepentimiento y el avivamiento es estrecha y profunda. Un avivamiento genuino no se reduce a experiencias emocionales temporales; nace cuando la Palabra de Dios confronta al corazón y convoca a una vuelta total a Dios. Sin un arrepentimiento profundo, el avivamiento corre el riesgo de quedarse en una efervescencia emocional de corta duración. El verdadero avivamiento sostiene la vida cristiana a lo largo del tiempo porque está anclado en un cambio de mente y vida que da frutos en obediencia, amor y sumisión. En la práctica, cultivar un arrepentimiento genuino en la vida de la iglesia requiere de una liturgia de confesión y de un discipulado que acompañe la transformación. La predicación debe penetrar las capas de engaño y exponer la necesidad de una reforma interior. La confesión de pecados, debe ir acompañada de seguimiento pastoral y planes de rendición de cuentas. Y, sobre todo, la disciplina espiritual —Lectura bíblica, oración, obediencia y servicio— debe sostener la vida de fe para evitar la superficialidad y la religiosidad vacía.
La experiencia de arrepentimiento no puede quedarse en el plano teórico. Debe traducirse en una renuncia práctica de aquello que nos separa de Cristo y en una vida que persigue Su voluntad con tenacidad. El deseo por Cristo debe ser tan intenso que estemos dispuestos a desprendernos de todo aquello que pone obstáculo a Su reino. Este es el verdadero costo del discipulado: una vida que se deshace de sí misma para encontrarse plenamente en Cristo. “Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional. No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta” (Romanos 12:1-2)
En medio de un mundo sediento de significados y de inútiles remiendos espirituales, el arrepentimiento se presenta como la puerta a la libertad y a la plenitud que sólo se encuentra en Dios. No es una moda, sino un camino que, según la gracia, nos revela la belleza de Cristo y nos invita a vivir para Su gloria. Un avivamiento que no transforme la mente y el comportamiento de los creyentes corre el riesgo de ser un fenómeno pasajero; un avivamiento que brote de un arrepentimiento genuino tendrá un impacto sostenible en la vida personal y la congregación, porque “La gracia de Dios no es una excusa para la laxitud moral, sino la fuerza que produce un arrepentimiento radical y una obediencia que nace del gozo en Dios” (J. I. Packer)
Oración: Padre celestial, venimos ante Ti con humildad, confesando nuestra necesidad de un avivamiento que nazca de Tu gracia soberana y que transforme nuestros corazones para vivir conforme a Cristo. Señor Jesús, Tu eres la Cabeza de la Iglesia, te pedimos que el Evangelio, en su poder, abra los ojos de los incrédulos, derribe la dureza del corazón y produzca una fe que se manifieste en obediencia y amor. Espíritu Santo, muévete en medio de nosotros. Ilumina nuestras tinieblas con Tu Palabra, aviva nuestra fe, fortalécenos para vivir en santidad y haz que el amor mutuo caracterice nuestra comunión. Amado Señor rogamos por una renovación profunda de las motivaciones y los afectos: que amemos lo que Tú amas, que aborrezcamos lo que Tú condenas, y que la gracia de Cristo produzca un arrepentimiento genuino que se evidencie en una vida transformada. Líbranos de la arrogancia y la complacencia, inunda a Tu iglesia con la convicción y el denuedo de Tu Palabra. Concédenos, Señor, un avivamiento que se extienda a la vida de cada creyente, para que Tu gloria sea manifestada en todo lugar. Amén
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