La soberanía de Dios y la oración

Publicado el 15 de agosto de 2025, 5:16

“En Él asimismo tuvimos herencia, habiendo sido predestinados conforme al propósito del que hace todas las cosas según el designio de Su voluntad” Efesios 1:11

Uno de los grandes interrogantes que enfrenta toda mente cristiana, es: ¿de qué sirve orar si Dios hace todas las cosas según el consejo de Su voluntad, y Su conocimiento infalible abarca todos los pasados, presentes y futuros? La respuesta, lejos de disminuir la importancia de la oración, revela la sabiduría divina y la profunda dependencia que debe caracterizarnos como criaturas que han creído y obedecido al Evangelio.

En Su soberanía absoluta, Dios ha establecido todo en armonía con Su plan eterno. ¿Cómo encaja entonces la oración en este esquema? Si Dios predestinó a algunos para Salvación (Efesios 1:4-5), y conoce desde la eternidad a aquellos que serían salvos, ¿para qué orar por la conversión de alguien? La respuesta revela una verdad fundamental: la predestinación y la oración no son opuestas, sino complementarias. La oración es el medio ordenado por Dios para que los hombres participen en Su plan de salvación. Como afirma la Escritura: "¿Cómo creerán en Aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin predicador? ¿Y cómo predicarán si no son enviados?" (Romanos 10:14-15). La predicación y la oración son los instrumentos que Dios ha ordenado para que Sus elegidos escuchen, crean y sean salvos. La predestinación, por tanto, no anula nuestra responsabilidad, sino que la enriquece y reafirma en la dependencia de Dios, quien levanta mensajeros y nos llama a proclamar su Palabra con fidelidad y fervor.

Es ingenuo pensar que, si nadie evangeliza, todos los predestinados llegarían a la fe automáticamente. La Biblia nos enseña que Dios, en Su misericordia, ha levantado predicadores y enviados desde antes de la fundación del mundo: Pablo fue apartado para su ministerio de predicación antes de su nacimiento (Gálatas 1:15), lo mismo que Jeremías (Jeremías 1:5). La predestinación no quita la predicación; la afirma y la ordena. Como dice Charles Spurgeon, “Dios ha diseñado, y siempre diseñará, que la predicación sea el medio para traer a los elegidos a la fe”. Ahora bien, la oración no es solo un acto humano, sino un acto santificado y ordenado por Dios. Es en la oración donde confesamos nuestra dependencia y confianza en Él. Dios ha prometido que "si pedimos alguna cosa conforme a Su voluntad, Él nos oye" (1 Juan 5:14). Y cuando nuestra capacidad de orar está limitada por nuestra carne, el Espíritu Santo, en Su sabiduría, intercede por nosotros con gemidos indecibles (Romanos 8:26-27). La oración revela que, aunque Cristo ha obtenido la salvación por Sus méritos, Dios ha dispuesto que esta se manifieste también a través de nuestras incesantes súplicas.

Por lo tanto, la oración y la predicación son parte del tejido de la providencia divina. No son acciones que desafían la soberanía de Dios, sino que cooperan con ella. Incluso nuestras oraciones, como el resto del plan divino, están en manos del Dios soberano, quien ha prometido responder y cumplir Sus propósitos en Su tiempo perfecto. Por tanto, hermanos, la verdadera seguridad y paz en nuestra vida cristiana radica en comprender que la oración no es una acción que manipula a Dios, sino un acto de fe que expresa nuestra dependencia absoluta en Su soberanía. Nosotros somos llamados a orar con confianza, sabiendo que Dios ha prometido responder a aquellas oraciones que manifiestan un corazón rendido y alineado con Su voluntad. No somos actores pasivos, sino colaboradores en la obra de Dios, confiando en que Él obrará en los elegidos y que, en medio de nuestra dependencia, Su gloria será manifestada.

Que esto llene nuestro corazón de gratitud y humilde confianza. La soberanía de Dios no es una excusa para la indolencia o la pasividad, sino una motivación para orar con fervor, predicar con fidelidad y descansar en que Su propósito no será frustrado. Como dijo Charles Spurgeon, “Dios tiene decretado, y en eso descansamos, que en la predicación de Su Palabra habrá un resultado bendecido.” Así que oremos, no con duda, sino con gozo, sabiendo que, en la perfecta providencia de nuestro Dios, todos los medios serán eficazmente utilizados para cumplir Su glorioso plan de redención.

Oración: misericordioso Señor Dios Omnipotente, hoy te ruego que cautives a mi prójimo incrédulo con Tu belleza, libera Señor la voluntad esclavizada, da vida a los muertos y que Tu obra no sea resistida a fin de que mi prójimo no perezca. Amén

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Comentarios

Yamileth
hace un día

Amén.

Shirley García
hace un día

Amén