La gratitud que transforma

Publicado el 16 de agosto de 2025, 2:22

“Alabaré el nombre de Dios con cántico; lo exaltaré con acción de gracias Salmo 69:30  

Una marca de los verdaderos hijos de Dios es este anhelo profundo de engrandecer al Dios de nuestra salvación. Este deseo es propio de todo creyente auténtico, como nos es mandado: “Así que, ya sea que coman o beban o hagan cualquier otra cosa, háganlo todo para la gloria de Dios” (1 Corintios 10:31). En otras palabras, que Dios sea magnificado en cada aspecto de nuestra vida. Así, la marca de los hijos de Dios es ese anhelo de engrandecer al Dios de Su salvación y a Su Hijo Jesucristo. No buscamos presentar a un Dios pequeño; al contrario, confesamos que Dios es grande en todo y que Su grandeza merece ser valorada con toda la vida. A veces nuestra mirada se oscurece por la ceguera del pecado, y pensamos en grandes atributos de Dios sin que ello toque nuestro corazón. “Viendo, no vemos; oyendo, no oímos” (una expresión que nos recuerda Isaías 6 y la enseñanza de Romanos 11:8). En esa realidad necesitamos clamar a Dios para que nos abra los ojos y nos revele Su inmensa grandeza.

Aun cuando Dios, en Su gracia, quita las escamas de nuestros ojos para que podamos ser conmovidos por Su grandeza, seguimos tendientes a olvidar lo que hemos conocido. Por eso el salmista dirige su alma con palabras de memoria: “Bendice, alma mía, a Jehová, y bendiga todo mi ser Su santo nombre. Bendice, alma mía, a Jehová, Y no olvides ninguno de Sus beneficios” (Salmo 103:1-2). No podemos magnificar lo que no hemos visto o lo que olvidamos con el paso del tiempo. Así que nuestra primera tarea es contemplar y recordar la grandeza y la bondad de Dios. Así que roguemos al Padre, “Abre los ojos de mi corazón”, y ordenemos a nuestra alma: “Alma, no olvides ninguno de Sus beneficios”. Pero, ¿qué es lo que mejor magnificará a Dios? La Palabra nos lo dice: “lo magnificaré con acción de gracias” (Salmo 69:30). Cuando damos gracias de todo corazón, Dios es engrandecido, y la gratitud revela a Dios como la fuente única de nuestra bendición. Si la gratitud no brota en nuestro interior, puede ser señal de que hemos puesto nuestra confianza en nosotros mismos o en otras cosas, y por ello no damos gloria a Dios porque no vemos la gloria de Dios.

Existe una razón profunda por la que la gente a veces evita glorificar a Dios con gratitud: reconocer la grandeza de Dios implica reconocer nuestra dependencia y renunciar a nuestra propia gloria. El hombre natural tiende a aferrarse a su autosuficiencia, a su orgullo y a su necesidad de ser visto como suficiente. Pero cuando una persona abraza la gratitud como reconocimiento de la gracia de Dios, descubre que su corazón se abre para magnificar a Dios y no a sí mismo.

Oración: Dios misericordioso y omnisciente y Padre de nuestro Señor Jesús, discernidor de cada corazón eres Tú, ante quien todos estamos desnudos, confesamos nuestro débil deseo de magnificarte. Perdona oh Señor tal realidad en mi vida y despierta un anhelo para engrandecerte. Engendra una fe salvadora que ame hacer todas las cosas para Tu gloria. Amén

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Comentarios

Yamileth
hace 8 horas

Amén, a ti Señor la Gloria eternamente y para siempre.

Shirley García
hace 6 horas

Amen