
“Por tanto, no se preocupen, diciendo: “¿Qué comeremos? o ¿qué beberemos? o ¿con qué nos vestiremos? Porque los gentiles buscan ansiosamente todas estas cosas; que el Padre celestial sabe que ustedes necesitan todas estas cosas. Pero busquen primero Su reino y Su justicia, y todas estas cosas les serán añadidas. Por tanto, no se preocupen por el día de mañana; porque el día de mañana se cuidará de sí mismo. Bástenle a cada día sus propios problemas” Mateo 6:31-34
En cada decisión de la vida nos asedia la pregunta “¿y si…?”. El temor, disfrazado de prudencia, tiende a apuntarnos hacia un futuro que puede ser incierto, y, con frecuencia, nos invita a apretar los dientes ante escenarios que quizá nunca ocurran. Jesús, sin embargo, nos invita a un camino distinto: no la ansiedad que devora el presente, sino la confianza que se afianza en la providencia de Dios. En Mateo 6:31-34, nos propone un antídoto sencillo y radical: buscar primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas serán añadidas. No se trata de una promesa mágica, sino de una economía espiritual: cuando colocamos a Dios en el centro de nuestras prioridades, la ansiedad pierde su poder sobre nosotros y la realidad del cuidado de Dios pasa a la primera fila de nuestras vidas.
La instrucción bíblica nos llama a pensar en lo verdadero, como dice Filipenses 4:8: lo que se alinea con la verdad revelada, lo justo, lo puro, lo amable, lo digno de alabanza. En la práctica, esto significa que nuestros pensamientos deben ser filtrados por las promesas de Dios y por la fidelidad de Su carácter. Si alimentamos nuestra imaginación con escenarios catastróficos, correremos el riesgo de convertirnos en prisioneros de una ficción que no tiene fundamento en la Palabra. Pero si elegimos “pensar en lo verdadero”, entonces nuestras decisiones dejan de ser impulsos impulsados por el miedo y se vuelven respuestas obedientes a la voluntad de Dios. La clave de este discernimiento no es un autocontrol severo, sino una confianza activa en un Dios que cuida. Deuteronomio 6:24 recuerda que Sus mandamientos son para nuestro bien. Este es un recordatorio práctico: no se trata de un conjunto de reglas para limitarnos, sino de una guía amorosa para protegernos y conducimos a vivir en plenitud. Si creemos que Dios quiere lo mejor para nosotros, podemos enfrentar la incertidumbre con una postura de dependencia, sabiendo que Él está presente hoy y también en el mañana.
No hay manera en la que podamos cambiar o mejorar la voluntad de Dios o Sus propósitos: “Todo cuanto el SEÑOR quiere, lo hace, en los cielos y en la tierra, en los mares y en todos los abismos” (Salmo 135:6). Esta es una invitación a la humildad ante la soberanía divina: no hay Plan B aparte del plan de Dios; no hay control humano que pueda modificar lo que Él ha determinado. En medio de una encrucijada, nuestra verdadera libertad consiste en someter nuestra voluntad a la voluntad de Dios, confiando en que Su sabiduría se despliega en medio de nuestra historia. Por eso en cada encrucijada de la vida no tengas temor de escoger honrar a Dios obedeciendo a Su instrucción, sin importar cuan segura se vea cualquier otra alternativa, si en verdad quieres que te vaya bien escoge oír a Dios… decidir de otra manera solo será un remiendo para tu situación que al final hará peor la rotura que hoy quieres remendar.
Oración: ¡cuán preciosos me son, oh Dios Tus pensamientos! ¡cuán grande es la suma de ellos! Estoy maravillado porque no hay nada en mi vida que pueda tomarte por sorpresa, en Tu libro están escritas todas las cosas que han de cumplirse conmigo ¡Te alabo porque maravillosas son todas Tus obras! En Tus determinaciones no hay despropósito, todos Tus caminos son más altos que los míos ¡Oh Señor que saber esto me lleve en cada decisión a escoger hacer Tu voluntad! Tú has prometido conceder el deseo del corazón de aquel que se deleita en Ti ¡Oh Señor que el deseo de mi corazón sea el deseo de Tu corazón! Amén.
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Amén