Invitados a una plenitud que no defrauda

Publicado el 27 de agosto de 2025, 3:04

“Respondió Jesús y le dijo: Cualquiera que bebiere de esta agua, volverá a tener sed; mas el que bebiere del agua que Yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que Yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna” Juan 3:13-14

En un mundo saturado de imágenes, conexiones breves y flujo constante de información, no es raro que muchos experimenten un vacío persistente. La sensación de que algo falta, sin importar la edad, el estado civil o la situación económica, es una experiencia común que se ha potencializado en esta era de redes sociales, donde las apariencias pueden parecer plenas pero la realidad interior es completamente distinta. La sensación de vacío se asemeja a una sed que no se apaga con simples soluciones superficiales. Las búsquedas habituales —éxito, aprobación social, relaciones humanas, estatus— pueden ofrecer alivio momentáneo, pero no logran calmar la necesidad más profunda de nuestra alma. Todos hemos sentido alguna vez esa inquietud interior que el mundo no logra calmar, por ello la historia de la mujer samaritana en el pozo nos habla a cada uno de nosotros. Ella representa a innumerables personas que buscan satisfacción en fuentes que no pueden sostenerla a largo plazo. Fuimos creados para honrar y glorificar a Dios, y ninguna otra búsqueda puede conferirnos un sentido duradero de placer y propósito, cuando buscamos saciar nuestra sed en fuentes que no pueden sostenernos, terminamos con cadenas de nostalgia y vacío… somos despojados aún de lo que tenemos “porque al que tiene se le dará más, pero al que no tiene aun lo que tiene le será quitado” (Mateo 13:12)

Cuando el Señor Jesús ofreció a la mujer esa agua que vence la sed para siempre, no es de extrañar que ella la deseara. Cuando se le presenta un “agua viva” —una presencia que satisface la sed más profunda— su interés inicial es práctico, pero el resultado es una transformación de visión: ya no se trata de cubrir un vacío inmediato, sino de abrazar una relación que da significado a nuestra vida hasta la eternidad. Esta salvación crea una relación que redefine nuestra identidad, deseos y metas. Nos concede descubrir una identidad que ya no depende de logros humanos, sino de la gracia que nos rescata; produce un nuevo deseo de vivir para Dios y para el bien de los demás y abre un horizonte eterno en el que nuestras decisiones diarias quedan alineadas con un propósito que trasciende esta vida.

Iglesia la verdadera plenitud no es un sentimiento pasajero, sino una comunión que se vive y se transmite, incluso en medio de la prueba y la incertidumbre. Entonces en nuestra cotidianidad elevemos nuestra mirada hacia lo eterno, para que nuestras palabras y acciones reflejen la supremacía de Aquel que nos ha dado vida. Preguntémonos, ¿Realmente estoy viviendo de modo que mis acciones muestran la suficiencia de Cristo en lo cotidiano, incluso en lo aparentemente trivial? cada día se nos presenta como una oportunidad para vivir la fe con consistencia y valentía. No necesitamos esconder nuestras luchas; al contrario, debemos traerlas a la luz de la gracia, sabiendo que en Cristo no somos como los que no tienen esperanza. Que nuestro vivir cristiano no consista meramente en adquirir conocimiento, sino en una experiencia transformadora que se desborda en cada esfera de nuestra existencia: en la casa, en el trabajo, en la escuela y en las calles de nuestra comunidad.

La búsqueda de plenitud no es un capricho de la mente moderna, sino una búsqueda atemporal sobre el significado de la vida. Al encontrar una fuente que sacia de manera permanente, la vida se transforma desde adentro hacia afuera: las prioridades se clarifican, los deseos se recalibran y las acciones se orientan hacia un propósito que trasciende la experiencia individual. En esa experiencia de plenitud, no solo se evita el vacío; se descubre una vida que, aun en medio de pruebas y desafíos, puede seguir fluyendo con una esperanza que no se apaga.

Oración: misericordioso Dios Tu Palabra nos hace conocer los dos males que arruinan nuestra vida: dejarte a Ti que eres fuente de agua viva y tratar de reemplazarte con cisternas rotas que no pueden retener agua. Es imposible que separado de Ti mi alma pueda estar satisfecha y tener paz que permanezca en todo tiempo, Tú eres quien puede saciar mi alma y a Ti clamo en este día, ten misericordia oh Señor y dame de beber de esa agua que sólo se haya en Ti. Amén

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Comentarios

Shirley García
hace un mes

Amén

Yamileth
hace un mes

Amén

Yesse
hace un mes

Eres Señor refresco para nuestras vidas, quien sacia nuestra sed.
¡Para siempre!