
“Así que, recibiendo nosotros un reino inconmovible, tengamos gratitud, y mediante ella sirvamos a Dios agradándole con temor y reverencia; porque nuestro Dios es fuego consumidor” Hebreos 12:28-29
La Escritura nos confronta hoy con una verdad que silencia el ruido que provoca la aflicción de este mundo: hemos recibido un reino inconmovible. El autor de esta Epístola nos invita a responder con gratitud y con un culto que honre a Dios que nos ha hecho herederos de un reino inconmovible, sin perder de vista que ese mismo Dios es fuego consumidor. Esta seguridad no promete una vida exenta de pruebas; promete una presencia que sostiene, un amparo que no se agrieta y una meta eterna que nos llama más allá de lo temporal.
¿Qué significa recibir un reino que no puede ser conmovido? Significa que ni la muerte, ni las fuerzas espirituales, ni las circunstancias presentes o futuras pueden despojarnos del amor de Dios en Cristo Jesús (Romanos 8:38-39). Significa vivir con la perspectiva de que no tenemos ciudad permanente aquí, sino que buscamos la ciudad que está por venir, diseñada y construida por Dios (Hebreos 11:10; Hebreos 13:14). En esa verdad radica una certeza profunda: si Cristo murió y resucitó, Él es Señor tanto de los muertos como de los vivos (Romanos 14:9). Esta realidad garantiza que nuestra identidad, nuestra esperanza y nuestra porción no podrán desvanecerse ante la adversidad. Con esta gracia recibida, la respuesta adecuada es adorar con reverencia y temor. Nuestro Dios no es un objeto de posesión, sino un fuego que consume todo pecado y toda auto justificación cuando nos acercamos a Él. El llamado es claro: agradecer y adorar al único digno, no a las riquezas ni a las presiones de este mundo. ¿En qué estás poniendo tu confianza hoy? ¿En tesoros que pueden perderse o en un Tesoro que nunca se agota?
La invitación de Jesús resuena de forma sencilla y radical: “De cierto os digo, que, si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos” (Mateo 18:3). Ser como un niño no es desvalorar la madurez espiritual, sino reconocer nuestra total dependencia de el Padre celestial. Humillarnos para recibir el don de la gracia, abrir las manos para recibir perdón y fe, y confiar en que la promesa de vida eterna es la porción estable que ninguna tormenta puede arrancar.
¿Tu tesoro está en lo que se puede poseer en este mundo o en la Roca que permanece para siempre? Si es así, entonces sé intencional en buscar a Dios antes que a las cosas: pon a prueba dónde está tu verdadera seguridad y tu gozo.
Oración: Señor Dios, te damos gracias por el Reino inconmovible que nos has dado en Cristo Jesús. Ayúdanos a vivir con gratitud, adorándote con temor reverente y confiando plenamente en que Tu presencia es nuestra porción eterna. Que el fuego de Tu santidad purifique en nosotros todo vestigio de pecado, y que, al mirar hacia la ciudad celestial, nuestros corazones se llenen de esperanza, fidelidad y amor hacia ti y hacia los demás. Que ningún cambio de esta vida pueda quitarnos nuestro gozo en Tu presencia, y que, en medio de las pruebas, seamos testigos experienciales constantes de que Tu reino permanece para siempre. Amén
Añadir comentario
Comentarios
Amén, Gloria a Dios
Amén