
"¡Gracias a Dios por Su don inefable!" 2 Corintios 9:15
Cuando somos inundados y casi ahogados por un mar de información y ruido mediático, surge una realidad inmutable: hay preguntas que definen la eternidad y sin una brújula clara, quedarán sepultadas bajo el afán de lo que es inmediato y temporal. La Escritura nos llama a mirar hacia Aquel que es la verdad misma, y nos recuerda que, aunque el flujo de noticias cambie, hay un don inefable que permanece: Jesucristo.
La generación actual se jacta de tener acceso a datos sin precedentes. Sin embargo, la verdadera sabiduría no se halla en la abundancia de información, sino en la claridad sobre las cuestiones que determinan nuestro destino eterno. ¿Cómo podemos reconciliar nuestra culpa con un Dios santo? ¿Cómo podemos ser perdonados y librados del juicio? ¿Qué esperanza hay más allá de la tumba? ¿Dónde hallamos satisfacción duradera para el corazón humano? ¿Existe un poder real que transforme vidas para dejar atrás la violencia, la mentira y el egoísmo? En medio de un paisaje cultural que parece desentenderse de estas preguntas cruciales, la voz que algunos escuchan con frecuencia es el eco distante de una promesa que no ofrece respuestas profundas. Pero la Biblia presenta un mensaje radical: Jesús es la respuesta, Él es el regalo divino para un mundo que necesita liberación y esperanza; un don tan precioso que la Palabra lo llama inefable. En Él encontramos la paz con Dios, la gracia que perdona, y la promesa de vida eterna que no se avergüenza ante la muerte.
Pasar por alto esta verdad no es una simple omisión; es perder la oportunidad de conocer al único que puede transformar radicalmente no solo nuestro presente sino nuestra eternidad. Si hay una eternidad, si hay un juicio, si hay un Dios que nos creó para magnificar Su gloria, entonces la pregunta que más importa demanda una respuesta adecuada: ¿quién es Cristo para ti? Jesús no es un tema más entre otros asuntos de la vida; es la solución central a la condición humana. Su venida, Su muerte y Su resurrección abren un camino de reconciliación con Dios y nos invitan a abrazar una vida que trasciende lo meramente terrenal. Este es el don inefable de Dios para transformarnos: una relación personal con Aquel que sostiene toda la creación y que ofrece consuelo, propósito y esperanza que no falla.
Oración: Señor Jesús, te damos gracias por ser el don inefable de Dios para el mundo. Tú eres la respuesta a las preguntas que definen la vida y la eternidad. Abre nuestros ojos para verte con claridad, concede arrepentimiento genuino que nos haga nacer de nuevo y tener un corazón de carne en lugar de un corazón de piedra que no atiende a Tu voz, oh Señor derrama en nuestros corazones la gracia que transforma. Que la verdad que hoy una vez más traes a nuestras vidas no permanezca como una idea lejana, sino que impacte nuestros días, nuestras familias y nuestras comunidades, para que, en Ti, hallemos paz con Dios Padre, gozo en la salvación y una esperanza que no se quiebra. Amén
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Amén