Fiel hasta la meta

Publicado el 19 de septiembre de 2025, 5:12

Todos los atletas se entrenan con disciplina. Lo hacen para ganar un premio que se desvanecerá, pero nosotros lo hacemos por un premio eterno. Por eso yo corro cada paso con propósito. No sólo doy golpes al aire. Disciplino mi cuerpo como lo hace un atleta, lo entreno para que haga lo que debe hacer. De lo contrario, temo que, después de predicarles a otros, yo mismo quede descalificado” 1 Corintios 9:25-27 NTV

La vida cristiana se presenta ante nosotros como una carrera bajo una disciplina que no admite laxitud ni mediocridad. No se trata simplemente de creer en un hecho histórico, sino de permitir que el amor de Cristo gobierne cada paso y cada decisión. Comprendemos que Jesús dio Su vida por todos para que todos muriésemos al viejo hombre y naciéramos a una vida nueva en Él. En esa realidad, correr ya no es una actividad opcional, sino el accionar natural de la fe. Correr con propósito significa entrenar el cuerpo y la voluntad para que hagan lo que deben hacer, no lo que les plazca; significa anunciar con nuestras obras que la gloria de Cristo vale más que cualquier reconocimiento humano y que la victoria no se mide en premios terrenales sino en la fidelidad al llamado eterno que hemos recibido en Él. La vida cristiana, mirándola como una carrera, tiene un objetivo claro: la vida eterna. No es un juego sin consecuencia, sino un escenario donde se revelan nuestras certezas: en quién confiamos, qué amamos y qué estamos dispuestos a sufrir por la verdad.

Pablo no nos está exhortando desde la distancia; él está compartiendo su experiencia para mostrar que la gracia que nos salva es la misma gracia que nos guía hacia la meta. El llamado no es a tratar de salvarnos por obras, sino a demostrar la fe a través de obras que obedecen y perseveran, porque la fe sin obras está muerta. Si alguno pregunta si la gracia se debilita en la medida en que corremos, la respuesta está en la continuidad de la humildad: la gracia de Dios actúa en nosotros para que, aún en la lucha, podamos decir que no es nuestra fuerza, sino la gracia de Dios la que avanza en nosotros y a través de nosotros. La manera en que avanzamos en la carrera revela la realidad de nuestra fe; no corremos para impresionar a los hombres, sino para demostrar que Cristo es real, digno de toda adoración y capaz de sostenernos hasta la meta. Cada decisión cotidiana es un testimonio de quiénes somos en Él y de cuánto valoramos la vida eterna. Las pruebas, las tentaciones y las fatigas no son simples obstáculos, sino pruebas que delinean la autenticidad de nuestra fe. Es en la experiencia de correr y luchar que la gracia de Dios se hace visible: Su poder se perfecciona en nuestra debilidad y Su fidelidad se ve en nuestra perseverancia. Así, nuestra vida se convierte en un anuncio de que la gloria de Cristo es suficiente, que Su premio es real y que Su corona es más deseable que cualquier otra gloria pasajera.

En tanto que culminamos la carrera somos sostenidos por una promesa segura: ya hemos sido obtenidos para la vida eterna. Aunque la lucha contra el pecado continúa y la debilidad humana se manifiesta, la gracia de Dios nos sostiene y perfecciona para la meta final. Nuestro testimonio diario, alimentado por la cruz y la resurrección, apunta a la suficiencia de Cristo y a la supremacía de Su amor. En cada paso, proclamemos que no vivimos para nosotros sino para Aquel que nos amó y se entregó por nosotros, y que esa verdad nos impulse a vivir con propósito, para la gloria de Dios y para la extensión de Su reino en un mundo que necesita ver que la fe viva es una fe que obra.

Oración: Señor Jesucristo, te damos gracias por la claridad de Tu llamado y por la gracia que nos sustenta en cada tramo de la carrera. Ayúdanos a correr con disciplina, a luchar con perseverancia y a vivir de manera que refleje la realidad de que ya hemos sido obtenidos por Ti para la vida eterna. Que nuestro esfuerzo no sea para nuestra gloria, sino para la Tuya, y que en cada decisión podamos decir con sinceridad que el premio de la vida eterna vale más que cualquier cosa que este mundo pueda ofrecernos. Fortalécenos para que, hasta el fin, permanezcamos en Ti y para Ti, en la certeza de Tu amor y de Tu poder. Amén.

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Comentarios

Shirley García
hace 20 días

Amén

Yamileth
hace 20 días

Amén, Ayudanos señor