Sufriendo con propósito

Publicado el 22 de septiembre de 2025, 5:21

Por tanto, habiendo sido justificados por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo, por medio de quien también hemos obtenido entrada por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes, y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios. Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia; y la paciencia, carácter probado; y el carácter probado, esperanza; y la esperanza no desilusiona, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por medio del Espíritu Santo que nos fue dado” Romanos 5:1-5

La vida de fe para quien ha nacido de nuevo es una realidad de justicia que ya nos ha sido concedida y de gracia que nos sostiene, de modo que la paz con Dios ya no es un sueño lejano sino una experiencia presente por medio de nuestro Señor Jesucristo. A través de Él hemos sido hecho participes de una gracia continua, firme y estable, y en medio de esa seguridad encontramos motivo para regocijarnos: una esperanza que apunta a la gloria de Dios. Pero ese gozo no se limita a la promesa gloriosa de un futuro lejano; también se revela en la forma en que enfrentamos la vida cotidiana, incluso cuando las pruebas golpean con fuerza. Porque la verdadera alegría cristiana nace cuando reconocemos que las tribulaciones, lejos de destruirnos, tienen un propósito: producir paciencia, y esa paciencia madura un carácter probado, el cual fortalece una esperanza que no desilusiona, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado.

Dios ordena que suframos por el evangelio y por la justicia, no como un capricho cruel, sino para moldear nuestra alma y encauzar nuestra mirada hacia lo eterno. Una vez entendemos que la gracia que nos justifica es también la gracia que nos sostiene en la prueba, vemos que la esperanza de la gloria de Dios se convierte en la brújula que guía cada decisión. No se trata de una jubilosa celebración de los problemas, sino de una confianza que persiste cuando el camino se estrecha y las circunstancias amenazan con desalentarnos. Porque, como ha enseñado la Escritura, la gloria de Dios es mayor que cualquier obstáculo temporal, y la prueba de fe que enfrentamos revela la fiabilidad de Cristo más allá de nuestras expectativas humanas.

La experiencia de la tribulación no es indiferente ante la soberanía de Dios; al contrario, es un terreno en el que Dios orquesta nuestra santificación y nuestra esperanza. En los padecimientos, las frustraciones, y las luchas que parecen obstaculizar nuestros planes, encontramos una ocasión para que la gracia de Dios se perfeccione en nuestra debilidad. No se trata de medir la efectividad de un ministerio por resultados visibles solamente, sino de ver cómo, en medio de las limitaciones, la fe se refuerza, la lealtad a Cristo se purifica y la esperanza de la gloria se agiganta. Esta es la pedagogía divina: usar lo que parece mínimo o doloroso para producir un carácter que está a la altura de la promesa eterna.

La ruta que seguimos es una lucha de fe que mira más allá de lo inmediato, sosteniéndonos en la certeza de que Dios obra en cada obstáculo para acrecentar nuestra perseverancia, afinar nuestro carácter y robustecer nuestra esperanza. Y si alguna vez el esfuerzo parece no rendir frutos en la superficie, recordemos que la verdadera medida de éxito no reside en la productividad humana sino en la fidelidad de nuestra esperanza en la gloria de Dios. Así que, avancemos con la convicción de que cada tribulación es una oportunidad para demostrar que el amor de Dios, ya derramado en nuestros corazones, permanece inexhaustible y seguro.

Oración: Padre celestial, te damos gracias por las obras de Tu gracia que nos sostiene en medio de la prueba. Ayúdanos a entender que la paz que tenemos contigo no es la ausencia de dolor, sino la certeza de que Tú trabajas en todas las cosas para nuestro bien y para Tu gloria. Fortalece nuestra fe para que, aun cuando corramos bajo presión, nuestra confianza permanezca firme en la esperanza de la gloria que nos espera en Cristo. Que cada tribulación refuerce nuestra paciencia, forje nuestro carácter y profundice nuestra esperanza, para que, al final, seamos hallados fieles, anclados en Tu amor y ansiosos por la venida de Tu Hijo. Amén

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Comentarios

Shirley García
hace 17 días

Amén

Yamileth
hace 17 días

Amén, Ayudanos señor.