
“Si permanecéis en Mí, y Mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho” Juan 15:7
La relación con Cristo no es un simple acompañamiento, sino una presencia que transforma cada respirar. El pasaje de hoy nos confronta con una verdad decisiva: si permanecemos en Él y Sus palabras permanecen en nosotros, podemos pedir y recibir conforme a la voluntad divina. No es una fórmula mágica para obtener caprichos, sino una invitación a cultivar una comunión tan íntima que la voluntad de Dios se convierte en el latido de nuestra oración.
En un mundo saturado de urgencias superficiales, la necesidad real de la iglesia no es solo una estrategia de evangelización, ni una lucha por la pureza externa, ni una gestión prudente de recursos; es un conocimiento más profundo de Dios. Y ese conocimiento no florece en la mera adquisición de información bíblica, sino en una intimidad sostenida por la oración que nace de una relación perseverante con el Autor de la vida. Cuando el alma aprende a habitar en la presencia de Cristo, las palabras de Jesús dejan de ser ideas lejanas para convertirse en vida que guía cada decisión y cada deseo. Permanecer en Él es permitir que Su persona y Su palabra ocupen el centro de nuestra existencia. No basta con respetar Sus enseñanzas como un código externo; es necesario recibir a Jesús como el huésped que gobierna la casa, cuyas opiniones pesan más que cualquier criterio humano. Esta presencia no es pasiva; es un discipulado activo donde la voluntad de Cristo se manifiesta en nuestras prioridades, en nuestros hábitos y en nuestra forma de enfrentar la prueba. Cuando ese silencio de la carne es roto por la voz del Señor, surge una fe que no negocia, que no busca atajos, sino que confía plenamente en la autoridad viva de Aquel que sostiene todo lo creado. En ese ver y creer, las palabras de Jesús se vuelven para nosotros una guía continua: no un recetario para resolver cada circunstancia, sino la promesa de una vida que conoce al Maestro y, en esa cercanía, aprende a orar con eficacia.
Cuando la comunión con Dios sea la esfera central de nuestra existencia, entonces nuestra oración dejará de ser una lista de solicitudes para convertirse en una conversación que transforma. Nuestras peticiones ya no nacerán del deseo de controlar la realidad, sino del deseo de ser conformes a la voluntad divina. Y esa conformidad no es sometimiento derrotista, sino libertad de quien reconoce que la sabiduría de Dios es mayor que nuestras pretensiones. En este marco, la obediencia aparece como una respuesta gozosa a quien nos ha diseñado para vivir en comunión, y la esperanza se fortalece porque sabemos que quien habita en nosotros es mayor que el mundo. Así, cada día se abre ante nosotros la posibilidad de experimentar que la vida de Cristo se manifiesta de manera tangible en nuestro cuerpo mortal, no por nuestros propios esfuerzos, sino por la gracia que obra cuando dejamos que Su Palabra permanezca en nosotros y nos dirija con precisión.
¿Es posible entonces que, en medio de una cultura que pregona rapidez y satisfacción instantánea, podamos vivir de tal manera que Cristo permanezca en nosotros y Sus palabras permanezcan en nosotros? La respuesta bíblica es afirmativa para quien decide habitar en la presencia del Maestro, quien escucha y obedece, quien medita y recuerda, quien confía y persevera. Que el Espíritu Santo nos ayude a anclar nuestra vida en la comunión con Cristo, para que nuestras palabras, nuestras obras y nuestros deseos estén alineados con Su voluntad y, así, la vida de Jesús se manifieste cada vez más en nuestra existencia.
Oración: Señor, te damos gracias por la promesa de permanecer en Ti y de que Tus palabras permanezcan en nosotros. Pedimos humildemente que Tu presencia regule nuestros deseos, que nuestra oración se transforme en comunión viva contigo y que, al vivir bajo Tu palabra, entremos en la certeza de que Tú obras a través de nosotros para gloria Tuya y bien de Tu iglesia. Santifícanos en Tu verdad, fortalece nuestra fe y haz que cada día podamos reflejar, en nuestras palabras y acciones, la viva presencia de Cristo. Amén
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Comentarios
Ayúdanos señor, amén.
Amén. 🙏🙏