¿Sufrimos más si somos cristianos?

Publicado el 17 de octubre de 2025, 3:01

“Amados, no os sorprendáis del fuego de prueba cuando venga sobre vosotros para probaros, como si algo extraño os aconteciese. Antes bien, gozaos en la medida en que sois partícipes de los sufrimientos de Cristo, para que también os gocéis y alegréis en la revelación de Su gloria” 1 Pedro 4:12-13

Nuestra comunión con Cristo transforma todo lo que llamamos “sufrimiento inevitable” en este mundo caído. No se trata simplemente de un dolor menor o mayor, sino de una experiencia que se profundiza cuando estamos unidos a Cristo. Conforme caminamos en Cristo, bajo la soberanía de Dios y a menudo en medio de relaciones y situaciones difíciles, se nos añade un sufrimiento adicional desconocido para quienes no están en Cristo. Este sufrimiento adicional proviene al vivir y andar como lo hizo Cristo, tan ofensiva como fue Su vida será la nuestra y además de esto el evangelio despierta en nosotros una sensibilidad ante el daño que el pecado provoca en el mundo que antes no estaba. Es un sufrimiento que surge porque somos transformados en algo distinto: hombres y mujeres con un modo de vivir y sentir que choca con la corriente de este mundo, y que, aun así, miran al mal con una mirada que no está ciega ante su horror.

El sufrimiento puede sentirse como una debilidad, y la Escritura nos dice que en esa debilidad se manifiesta un poder que no es nuestro, porque la verdadera fortaleza se halla en nuestra unión con Cristo. Pablo lo expresa con una promesa que no es mera especulación: “cuando estoy débil, entonces soy fuerte” no porque la debilidad se haga fortaleza en sí misma, sino porque, en nuestra debilidad, Cristo se manifiesta y obra de manera suprema. Sin embargo, es crucial entender que el pasaje no sugiere que somos débiles por naturaleza y que, al volcar nuestra confianza en Jesús, nos volvemos fuertes por un simple giro de voluntades. Más bien, enseña que la debilidad de un cristiano es también una expresión de su unión con Cristo, porque compartimos Sus sufrimientos. Así lo enseña Pablo al decir que lleva en su propio cuerpo las marcas de nuestro Señor Jesús. La vida de Cristo se manifiesta en la fragilidad de la que habla en su ministerio y, a la vez, en la capacidad de otros para recibir el mensaje por medio de sus padecimientos. En este marco, la muerte y el sufrimiento aparecen no como derrota, sino como un camino en el que la vida de otros es sostenida y cultivada por la gracia de Dios que actúa a través de la debilidad que se manifiesta a través del sufrimiento de otro.

La escena de Esteban, que fue asesinado en presencia de un Pablo aún inconverso, es una ilustración de lo que estamos hablando: la muerte de Esteban labró el terreno para la obra de la gracia en la vida de Pablo. Porque es la voluntad de Dios que la vida entre las criaturas se construida por medio del sufrimiento (debilidad) de quienes rinden sus vidas para que sean consumidas en su totalidad como un sacrificio vivo, santo y de grato olor a Dios, vidas que son consumidas para la gloria de Su nombre. Así, nuestro sufrimiento inevitable se convierte en un canal que hace posible el cumplimiento de la misión que nos ha sido confiada (Mateo 28:18-20). Sí, la unión con Cristo trae consigo un mayor dolor mientras vivimos en un mundo que resiste a Dios, y sí, también implica compartir ese sufrimiento momentáneo por un tiempo limitado. Porque a Dios, en Su sabiduría, le ha placido permitir que sea este dolor el que nos conduzca más profundamente a Él y, a través de nosotros, a otros.

Oración: amado Padre celestial, te damos gracias por la gracia de que nuestro sufrimiento por causa de Tu nombre no es en vano. Ayúdanos a entender que, en medio de la prueba, podemos hallar Tu presencia obrando en nosotros, formando en nosotros un carácter semejante al de Cristo. Que nuestra debilidad se vuelva canal de Tu poder, y que cada experiencia de dolor nos incline más hacia la esperanza de la gloria que nos espera. Fortalece nuestra fe para perseverar cuando la oposición se agrande, y haz que nuestro testimonio, incluso en la aflicción, revele la belleza de Tu reino. Que nuestra vida sea un puente de fe para otros, hasta que Cristo sea visto en nosotros y Te glorifiquen a ti, nuestro Padre, en los cielos. Amén

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Comentarios

Shirley García
hace 2 meses

Amén 🙏🙏🙏