Confianza que vence la duda

Publicado el 18 de octubre de 2025, 3:22

“Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar” 1 Pedro 5:8

La vida cristiana no puede ser un estado de ingenua confianza fundamentado en nuestros sentimientos. Si nuestra seguridad depende de cómo nos sentimos durante el dolor, la fe quedaría desarmada ante la más mínima prueba. Pero la esperanza del creyente no está en las emociones pasajeras ni en la fortaleza natural, porque esas defensas se desmoronan ante la aflicción que tendremos por estar en el mundo y no ser parte de él. En cambio, Dios nos ha concedido promesas consignadas en Su Palabra para sostener e incluso avivar nuestra fe incluso cuando la experiencia inmediata grita lo contrario. Estas promesas no son espejismos; son verdades firmes que no pueden ser anuladas por las circunstancias, porque Dios ha jurado cumplirlas.

En el crudo campo del sufrimiento, nuestro adversario nos tentará a creer que la presencia de Dios está ausente o que Su cuidado está limitado a la comodidad y a la prosperidad terrenal. Sin embargo, la Escritura nos presenta una y otra vez la prueba contraria: “El que no escatimó ni a Su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con Él todas las cosas?” (Romanos 8:32). Aquí se revela la fidelidad de Dios en medio del dolor: Su presencia no depende de nuestra comodidad temporal, sino de Su plan eterno de conformarnos a la imagen de Cristo y llevarnos a Su gloria. Nunca se ha prometido que la vida cristiana será una ruta libre de pruebas; al contrario, se afirma que Dios usará cada circunstancia para nuestro bien, para que seamos conformados a la estatura de Cristo.

La vida cristiana, entonces, se trata de valorar a Cristo por encima de todo lo demás y de reconocer que Dios proveerá todo lo necesario para que esto suceda, incluso el sufrimiento. Su promesa es clara: nada podrá apartarnos de Su amor, porque ya entregó a Su Hijo por nosotros (Romanos 8:38-39). Cuando la desesperanza y la duda susurren a tu corazón, recuerda que Cristo conoce nuestro dolor y que el Padre se preocupa profundamente por nuestro bienestar. Dios, en Su misericordia, no suprime nuestras pruebas, sino que las usa para fortalecernos y para revelarnos la profundidad de Su amor en Cristo.

Oración: amado Dios, gracias porque Tu fidelidad no depende de mi experiencia emocional. Ayúdame a distinguir entre mis sentimientos pasajeros y la verdad inmutable de Tu Palabra. Fortalece mi fe cuando el miedo y la duda susurren a mi corazón, y enséñame a confiar en que Tú, por medio de tu Espíritu, estás obrando en todo y a través de todo para mi bien supremo. Que en medio del sufrimiento yo pueda aferrarme a Cristo como mi tesoro, sabiendo que nada podrá separarme de Tu amor. Dame paciencia para soportar las pruebas y valentía para descansar en Tu plan eterno, hasta que Tu gloria sea revelada en mí y a través de mí. Amén

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Comentarios

Shirley García
hace 2 meses

Amén 🙏