Aunque el suelo se estremezca

Publicado el 3 de noviembre de 2025, 4:24

“Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones. Por tanto, no temeremos, aunque la tierra sea removida, y se traspasen los montes al corazón del mar” Salmo 46:1-2

La fidelidad de Dios muchas veces se percibe más plenamente cuando llena un vacío dejado por una pérdida. Su presencia que permanece constante, en medio de la prueba se vuelve más real, casi tangible; cuando las circunstancias se vuelven adversas, Él se acerca de manera singular: no sólo presente, sino muy presente, especialmente presente, implacablemente presente. Dios es el consuelo y la salvación de Su pueblo en sus adversidades, incluso cuando los desastres sacuden al mundo.

Dios reina y Su pueblo, puede regocijarse en que no es como los que no tienen esperanza, porque al final todas las cosas sirven para Su gloria y para el bien nuestro. Las pérdidas que atravesamos en el presente funcionan como un ensayo para comprender que, incluso al perderlo todo por la muerte, en Cristo tenemos una perspectiva distinta tal como dijo Pablo “para mí, el vivir es Cristo y el morir es ganancia” (Filipenses 1:21) En medio la aflicción de este mundo, las tribulaciones se convierten en oportunidades para profundizar nuestra confianza en Su fidelidad y prepararnos para días que podrían parecer interminables. El salmista recurre a imágenes aterradoras para describir los desafíos de este mundo caído: terremotos, mares embravecidos, aguas peligrosas y fuego que arde. Para cualquiera que haya vivido suficiente tiempo en este mundo, saturado de pecado y dolor, estas realidades resultarán familiares. Hemos experimentado al agua intentando anegarnos y el fuego tratando de quemarnos; hemos sentido temblores en la economía, problemas de salud, tensiones laborales, relaciones rotas y la pérdida de seres queridos. La vida aquí, incluso en Cristo, puede ser turbia y fatigante más de lo que deseamos. Sin embargo, la presencia y la constancia del sufrimiento no implica que estemos fuera de la protección de Dios ni que carezcamos de gozo. Dios es refugio y fortaleza, y, además de proteger y sostener, Él sacia.

Aunque las naciones se alteren y los reinos tiemblen, Él concede a Sus hijos gozo y paz que sobrepasan todo entendimiento. Cada dolor vivido por la pérdida no es más que un recordatorio de que solo Dios puede alegrarnos de verdad. Todo don perfecto procede de Él (Santiago 1:17) y es para nuestro deleite (1 Timoteo 6:17), pero también para enseñarnos a disfrutarlo con una visión más amplia; nos lo da para que lo apreciemos, y para que aprendamos a saborearlo plenamente, incluso cuando las circunstancias son adversas (Salmo 16:11). La alegría que hallamos en el presente en Él es leve y momentánea comparada con el gozo eterno que Él nos ha prometido; porque Él ha preparado para nosotros en Su presencia una plenitud de gozo y deleite que nunca cesarán.

En Cristo y sólo en Cristo encontramos las promesas de un día en que no habrá dolor ni sufrimiento, de un día en que el árbol de la vida estará presente para la sanidad de las naciones. ¿Quieres que tus heridas sean sanadas? ¿Anhelas la alegría para vencer años de tristeza? Atrévete hoy a beber solo del agua viva (Juan 4:14).

Oración: Padre Celestial, reconocemos que Tú eres nuestro amparo y fortaleza, nuestra ayuda pronta en la tribulación. En medio de las tempestades de la vida, confiamos en Tu presencia constante y en Tu fidelidad que no falla. Concédenos, por la gracia de Cristo, experimentar gozo y paz que sobrepasan todo entendimiento, incluso cuando el camino se torne incierto. Ayúdanos a vivir con la seguridad de que Tú trabajas todas las cosas para nuestro bien y para Tu gloria, que la esperanza de que hay una eternidad sin dolor nos sostenga cada día del presente. Haz que, aun en las pérdidas, nuestra confianza permanezca en Ti, y que nuestra vida refleje que para nosotros vivir es Cristo y que la muerte, ganancia. Amén

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Comentarios

Shirley García
hace un mes

Amén

Yamileth
hace un mes

Amén , Ayúdame seño.