El capítulo 12 del Evangelio según Lucas está saturado de las palabras de Jesús que nos llaman a no temer. Pero, la alegría, la paz, la valentía y el coraje que Él desea que tengamos sin importar nuestras circunstancias no provienen de recursos humanos ni de capacidades propias, ya sea dinero, habilidades, posesiones, inteligencia, apariencia o conexiones. La paz y la valentía que debe inundar nuestras vidas deben surgir de la cercanía de Dios, de Su presencia que permanece cuando los recursos humanos fallan y que sin importar que falte Él es suficiente para nosotros.
En este capítulo, Jesús muestra un contraste profundo entre la fragilidad humana y la fidelidad divina. En el versículo 4 nos dice: “No temáis a los que matan el cuerpo, y después de eso no tienen más que hacer”; cuando toda ayuda humana parece fallar y la amenaza de la vida se ve cercana, la promesa de Dios se eleva: aun así, no temas, porque Dios estará contigo en la muerte y después de la muerte para siempre. Otro ejemplo está en el versículo 11 que dice: “Cuando os llevaren ante las sinagogas, ante los príncipes y ante las autoridades, no os preocupéis por lo que habéis de decir ni por cómo habéis de responder; porque en aquella hora os será dada palabra” cuando nuestras circunstancias se hagan propicias para dar un testimonio oral de nuestra fe, no confiemos en nuestra sabiduría, memoria, creatividad o astucia; confiemos en el Espíritu Santo. Es Dios quien susurra la verdad y da la oportunidad para hablar en la hora exacta.
La parábola del necio rico ilumina otro aspecto de la confianza en este capítulo. Este hombre acumula bienes piensa que por ello ha hallado la paz en su seguridad material. En el versículo 19 su autocomplacencia puede oírse: “Alma, muchos bienes tienes guardados para muchos años; descansa, come, bebe, diviértete”. Pero la respuesta de Dios llega de inmediato: “¡Necio! Esta noche vienen a pedirte tu alma: y lo que has provisto, ¿de quién será?” (Lucas 12:20). La lección es clara: la tranquilidad que ofrece la abundancia de bienes materiales es ilusoria cuando se aparta de la comprensión de nuestra dependencia de Dios y de la generosidad hacia otros. Jesús no condena la labor honesta ni la provisión, sino que reorienta la perspectiva: la verdadera seguridad no procede de acumular, sino de obedecer la voluntad de Dios y vivir como ciudadanos del reino de los cielos.
Pero la instrucción no se detiene, más adelante nos dice “No os afanéis por vuestra vida, qué comeréis; ni por el cuerpo, qué vestiréis… Porque vuestro Padre sabe que necesitáis estas cosas. Más buscad primeramente el reino de Dios, y todas estas cosas os serán añadidas” (Lucas 12:22-31). El cuidado de Dios por Su pueblo debería erradicar de nuestras vidas toda innecesaria y excesiva preocupación o ansiedad. Porque la vida cristiana, no se trata de tener abundancia de cosas, sino de la prioridad de Cristo y de la justicia que se refleja en nuestras vidas en honor a Su señorío. Este es un llamado a vivir confiados en la soberanía de Dios, a discernir entre lo que es necesario y lo que es accesorio y a invertir en lo que tiene valor eterno.
Oración: Padre celestial, gracias por Tu inquebrantable soberanía y por Tu cuidado constante sobre nuestras vidas. Ayúdanos a buscar Tu reino y Tu justicia por encima de la ansiedad por las cosas materiales. Concédenos la gracia de tener la capacidad para responder en cada circunstancia con fe, sabiduría y humildad, sabiendo que Tú eres quien sostiene, provee y dirige la historia hacia Tu gloria y nuestro bien. Que nuestra aceptación de Tu voluntad no sea resignación, sino una firme esperanza en Cristo, en cuyo nombre oramos. Amén
Añadir comentario
Comentarios
Amén
Amén