Vida que vence

Publicado el 21 de noviembre de 2025, 4:22

“…quien llevó Él mismo nuestros pecados en Su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia” 1 Pedro 2: 24a

El sufrimiento vicario de Jesús y Su muerte sustituta son los medios que Dios usa para hacernos justos a imagen de Su Hijo. Esta verdad es tan decisiva que merece una pausa para contemplarla con claridad: ¿es una buena noticia o parece ambigua, como si la cruz liberara de una carga y al mismo tiempo impusiera otra? ¿Es la gracia de la cruz solo una liberación de la culpa, o también una liberación del poder del pecado? En la primera impresión la gracia se presenta como liberación de culpa y vergüenza; en la segunda se revela como la creación de hombres y mujeres que caminan en justicia, siguiendo los pasos de Cristo. Si se ve la gracia solo como liberación de la culpa, se distorsiona la magnitud de la obra de Cristo: la cruz no solamente quita la condenación, también rompe el poder dominador del pecado para que la vida se viva por la justicia. ¿Qué clase de buena noticia sería si la muerte de Cristo quitara la culpa, pero dejara a la criatura esclava de su antigua naturaleza? Esa visión revela un apego al pecado más que a Dios. Pero la verdad bíblica afirma que, al liberarnos de la culpa, Dios nos habilita para vencer también la fuerza persuasiva del pecado, para que ya no seamos esclavos de nuestra inclinación pecaminosa, sino nuevos en Cristo, un nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y la santidad de la verdad (Efesios 4:24)

Pero ¿Qué significa morir al pecado en nuestra experiencia? ¿Cómo se da ese vivir de forma concreta cada día? Cuando la Palabra de la cruz irrumpe en nuestro corazón por la acción del Espíritu, y somos verdaderamente conscientes de que Dios nos ama tanto que entregó a Su Unigénito Hijo para ponernos bajo Su cuidado y guía, entonces morimos a la mentira del pecado que promete un futuro mejor mediante el pecado. Morimos al engaño del pecado que intenta persuadirnos de que el camino del mundo es la ruta de la prosperidad. Lo que provoca nuestra muerte al pecado es la obra de la cruz que profundiza en nuestro ser la convicción de que Dios está verdaderamente comprometido con nosotros como un Pastor poderoso y fiel. Y aunque seguimos viviendo en el mundo, sujetos a tentaciones, la gracia de Dios desata en nosotros el poder de vivir para la justicia porque cuando la cruz desciende con su amor victorioso, despierta en nosotros la renovada experiencia de la justicia que satisface al Pastor de nuestras almas; entonces nacen nuevos hábitos, nuevas alegrías y una vida capacitada para glorificar a Dios con nuestros pensamientos, palabras y acciones, de tal manera que Su nombre nunca sea blasfemado, sino más bien honrado y alabado por nuestra causa.

Oración final: Señor Dios, gracias por Tu grande redención en Cristo, por la liberación de la culpa y por el poder que rompe las cadenas del pecado. Renueva mi mente y mi corazón para vivir conforme a la justicia de Tu Hijo, siguiendo Sus pisadas y confiando plenamente en Tu fidelidad como Pastor de mi alma. Que cada día pueda rechazar las mentiras del pecado y abrazar la verdad de Tu reino, para Tu gloria, en el nombre de Jesús. Amén

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Comentarios

Shirley García
hace 17 días

Amenn

Yamileth
hace 16 días

Amén. Gracias a Dios por cristo nuestro redentor