“Acercándoos a Él, piedra viva, desechada ciertamente por los hombres, mas, para Dios escogida y preciosa, vosotros también, como piedras vivas, sed edificados como casa espiritual y sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo. Por lo cual también contiene la Escritura: He aquí, pongo en Sion la principal piedra del ángulo, escogida, preciosa; y el que creyere en Él, no será avergonzado. Para vosotros, pues, los que creéis, Él es precioso; pero para los que no creen, la piedra que los edificadores desecharon, ha venido a ser la cabeza del ángulo; y: piedra de tropiezo, y roca que hace caer, porque tropiezan en la palabra, siendo desobedientes; a lo cual fueron también destinados” 1 Pedro 2:4-8
Si confiamos en Cristo, la piedra angular de Dios, no seremos avergonzados. Esta piedra no fracasa; si edificamos nuestra vida sobre ella, no caeremos ante la tempestad. Si nos refugiamos en ella, hallaremos seguridad. Si permanecemos en la verdad de esta piedra, no experimentaremos vergüenza. Y si nos unimos a otros en la casa espiritual edificada sobre esta piedra, tendremos cimientos firmes y comunión duradera. Esto es lo que se ha prometido: “he aquí que pongo en Sion una piedra escogida, una piedra angular preciosa, y el que cree en Él no será avergonzado”.
Pero Pedro no concluye allí; él continúa: para los que no creen, la piedra que desecharon los constructores se ha convertido en la piedra angular. No creer en Jesús equivale a rechazar la piedra que Dios ha puesto como fundamento. Dios envió a Su Hijo para que fuera la piedra principal en la edificación de Su iglesia, Su pueblo. Algunos, sin embargo, no confían en Él; lo rechazan. ¿Qué efecto tiene eso en el propósito de Dios? Esta incredulidad no anula el designio divino. La Escritura enseña: la piedra que desecharon los edificadores, ésta se convirtió en la piedra angular. Así, si confías en esta piedra, no puedes perder; y si no crees en Él, no puedes ganar. La soberanía de Dios no se ve frustrada por la incredulidad de los hombres. Si Dios determinó que Jesús sea la principal piedra del ángulo, los hombres pueden traicionarlo, abandonarlo, negarlo, burlarse de Él, herirlo, escupirlo, maltratarlo, coronarlo de espinas, despojarlo, crucificarlo e incluso sepultarlo, pero no pueden impedir que siga siendo la Piedra Angular Viva que sustenta a un pueblo grande y glorioso. Las decisiones humanas no destruyen el templo de Dios; no son definitivas por sí solas. Una persona puede abandonar la Piedra preciosa y escogida de Jesucristo; sin embargo, la piedra no será rechazada por Dios y, en el tiempo definido, será exaltada como la principal piedra del ángulo. Quien la rechaza no puede jactarse ante Dios de haber frustrado el plan divino; Dios permanece soberano y Su propósito se cumple, incluso frente al rechazo humano.
Oración final: Padre Dios, gracias por haber puesto a Tu Hijo como Piedra angular, piedra escogida y preciosa, para que nuestra fe no se avergüence. Fortalece nuestra confianza en Cristo, sostén nuestra comunión en la casa espiritual y haz que nuestros sacrificios sean aceptables a Ti por medio de Él. Que, aun cuando el mundo dude o rechace, permanezcamos firmes en la verdad de Tu designio soberano, glorificando a Cristo en toda nuestra manera de vivir. Amén
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Amén
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