Creer: la parte que debemos hacer

Publicado el 27 de noviembre de 2025, 4:06

“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a Su Hijo unigénito, para que todo aquel que en Él cree, no se pierda, más tenga vida eterna” Juan 3:16

Lo que se nos ha dado a contemplar no es meramente la afirmación de un amor inmenso, sino una declaración de la gravedad de nuestra condición y de la solución que Dios mismo propone. La magnitud de ese amor se revela, además, en la necesidad de responder a Cristo como la única esperanza que tenemos. Lo que tenemos ante nosotros es una verdad decisiva: necesitamos creer en el Hijo para obtener un destino distinto a la condenación.

En el verso 18 Cristo deja claro que “El que en Él cree, no es juzgado; el que no cree, ya ha sido juzgado”, y más adelante añade “El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que no obedece al Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él” (Juan 3:36). Creer, no es una emoción pasajera ni un mero asentimiento intelectual; es un consentimiento continuo del corazón que confía en Cristo como la única esperanza y, a la vez, una renuncia a permitir que en su corazón exista otro tesoro que supere a Cristo. Ese creer no se reduce a una experiencia aislada, sino que se manifiesta como una relación continua con la persona de Cristo. No se trata de mérito humano, sino de una dependencia constante de la gracia que transforma nuestros deseos y prioridades. En este sentido, creer es un encuentro que altera el rumbo del alma: la fe verdadera permanece cuando las circunstancias cambian, y el mundo empieza a perder su atracción frente a la belleza de Cristo. Creer, es venir a Cristo para que sea Él quien satisfaga nuestra hambre y sed espiritual, y esa satisfacción transforma al creyente de adentro hacia afuera (Juan 6:35)

La Biblia también señala con claridad que la fe verdadera no es un simple acuerdo doctrinal, sino una obra de Dios en el corazón humano porque la ceguera espiritual de la mente y la dureza del corazón requieren una intervención divina. En Juan 6:44 y 6:65 se afirma que “Nadie puede venir a Mí si no lo trae el Padre” y que “nadie puede venir a Mí si no le ha sido concedido por el Padre”. Por eso, la salvación es una obra de Dios desde su inicio hasta su culminación: Él quita el velo, ablanda corazones y concede fe para creer en Cristo. Nuestra responsabilidad es responder a esa gracia con fe perseverante, no como una decisión pasada que se olvida con el tiempo, sino como un acto continuo de confianza en Cristo.

El llamado para ti hoy es sencillo y urgente: mira a Cristo, no a ti mismo; contempla el amor de Dios revelado en la crucifixión y resurrección, y responde a esa gracia con fe que se mantiene ¡Cree en Jesús y no perecerás, sino que tendrás vida eterna!

Oración: Amado Dios, levantamos nuestra voz para suplicar que nos concedas una fe que es mucho más que un mero asentimiento de la mente, una fe que se manifieste como una confianza permanente que nace de la obra del Espíritu Santo en nosotros, que se apoya en la fidelidad de Cristo y se manifiesta en obediencia a Tu Palabra. Que, fortalecidos por esa gracia, vivamos con valentía la verdad del Evangelio ante un mundo que necesita oírlo, y que nuestra esperanza en la vida eterna produzca gozo, humildad y amor práctico hacia los hermanos y hacia aquellos que aún están lejos, sin Dios y sin esperanza en el mundo. Amén

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Comentarios

Shirley García
hace 11 días

Amén 🙏🙏🙏

Yamileth
hace 10 días

Amén, amén, 🙏🏼