De la vergüenza a la gloria

Publicado el 29 de noviembre de 2025, 4:04

“Porque dos males ha hecho Mí pueblo: me dejaron a Mí, fuente de agua viva, y cavaron para sí cisternas, cisternas rotas que no retienen agua” Jeremías 2:13

Satanás funge como el acusador persistente, ese que constantemente susurra que nuestros momentos de mayor oscuridad serán revelados y que mantiene aterrado al corazón avergonzado. En el pasaje de hoy Dios se dirige a un pueblo sediento, atrapado en un desierto espiritual. Les confronta con dos faltas: abandonar la fuente de agua viva y construirse cisternas propias, rotas e incapaces de retener lo que necesitan. Han despreciado lo gratuito, puro y abundante que Dios ofrece, y se han afanado en construir para ellos vasijas incapaces de contener incluso agua estancada. Lo terrible es que el acusador puede inducirnos a despreciar nuestra sed en lugar de humillarnos ante nuestra rebelión. La vergüenza, en vez de empujarnos al arrepentimiento, frecuentemente nos lleva a despreciar nuestra sed, a odiar ese anhelo de comunión y redención que Dios ha sembrado en el alma, y a temer la posibilidad de esperanza.

La Escritura usa imágenes diversas para describir nuestra condición cuando no hay una relación viva con Dios: somos hambrientos, sedientos, aprisionados y esclavizados. La vergüenza actúa como un látigo interior que nos enseña a odiarnos a nosotros mismos, ese odio propio que susurra que no hay salida, que somos indeseables y que la redención está fuera de nuestro alcance. Las cisternas rotas se agotan, y la conciencia se llena de la convicción de que estamos solos, sin posibilidad de rescate. Esto puede abrir paso a conductas desesperadas y autodestructivas, hábitos que adormecen el alma como un medio desesperado para sobrevivir. La vergüenza distorsiona la dignidad de ser imagen de Dios y agrava nuestra depravación. La vergüenza nos empuja a cargar con la culpa, construyendo en nosotros una falsa sensación de control. Quienes llevan esta carga pueden sentirse autorizados a sostenerla sin confiar plenamente en Dios ni en otros y muchos son los que han terminado creyendo que la única salida es la derrota final, y así, cansados de cavar nuevas cisternas, llegan a la autodestrucción. Pero Dios presenta al Único capaz de tomar historia nuestra de menesterosos, enfermos, abandonados y despreciados, y con Su presencia convertir lo vil en exaltado (1 Corintios 1:27-29). Mientras la voz de Satanás usa nuestra vergüenza, para dirigirnos a la destrucción… la voz de Dios usa esa misma vergüenza para apuntar a la gloria. Así, aunque la vergüenza pueda conducir a la autodestrucción, también puede conducirnos a experimentar la vida en Cristo, transformar lo vil y menospreciado que hay en nosotros y darnos una nueva dignidad.

Oración: Señor, te damos gracias por Tu fidelidad que rescata a los que se sienten atrapados en su propia sed. Perdónanos cuando hemos confiado en cisternas que no retienen agua y en nuestras propias estrategias en lugar de buscar la fuente de agua viva que es Cristo. Llénanos de Tu Espíritu para que, al enfrentar la vergüenza, no caigamos en la desesperación, sino que corramos a la cruz, donde recibimos ropa de justicia que Tú provees. Mantén nuestra esperanza no en nuestra perfección, sino en Tu gracia que es suficiente y en Tu obra de redención en Cristo, para que vivamos para Tu gloria y seamos conformados a la imagen de Tu Hijo. Amén

Valoración: 5 estrellas
6 votos

Añadir comentario

Comentarios

Shirley García
hace 8 días

Amén

Yamileth
hace 8 días

Ayúdanos Señor, amén.