¿Por qué quieres a Cristo?

Publicado el 5 de diciembre de 2025, 3:31

“Gustad, y ved que es bueno Jehová; dichoso el hombre que confía en Él” Salmo 34:8

Muchos llegan a Cristo motivados por la amargura que descubren en las consecuencias del pecado, más que por haber probado la bondad de Dios en sus vidas. Se podría decir que el desagrado por el mal aspecto de la vida pasada es evidente, pero la raíz de su deseo no siempre es Cristo mismo. Anhelan una vida que se parezca al amor de Cristo, una existencia libre de culpa, en la que las relaciones fluyan sin conflicto; sin embargo, a veces carecen de una raíz profunda en la persona de Cristo. Desear el fruto de la vida en Cristo sin beber de la fuente viva no equivale a apreciar la belleza de Cristo. No es lo mismo abandonar el cigarrillo por miedo a un cáncer que ya manifiesta su presencia que dejarlo porque verdaderamente se le aborrece… así también, cualquiera puede abandonar una práctica que le ha traído sinsabores, pero esto no quiere decir que es la satisfacción que tiene en Cristo lo que ha producido tal cambio.

La ley de Dios está escrita en el corazón humano, de modo que los deseos de la carne—codicia, idolatría, ira, inmoralidad—se manifiestan como maldad. Esfuerzos para abandonar esas pasiones sin depender de Cristo son intentos de ganarse a Dios por medio de la voluntad propia. Ya sea que busquemos la felicidad para nosotros, para nuestra familia o para otros, un simple ajuste externo de conducta continúa como esclavitud: solo se cambia un yugo por otro. A los Gálatas Pablo les recuerda que la marca externa de la circuncisión carece de valor sin “la fe que obra por el amor” (Gálatas 5:6). Podemos realizar obras religiosas por motivos puros o impuros, podemos obedecer externamente la ley de Dios y buscar éxito sin reconocer la bondad de Dios y, por encima de todo, sin siquiera buscarlo a Él. Donde eso es cierto, seguimos siendo siervos de un amo cruel y Cristo no se revela como un tesoro. Puede parecer que la iglesia apruebe nuestra conducta, pero Dios conoce el verdadero estado de nuestro corazón. Es posible que seamos vistos como personas ejemplares sin que nuestro corazón esté rendido a Cristo… pero, el fruto del amor y del gozo en Dios no puede fabricarse en la carne; sería idolatría disfrazada de santidad. Debemos priorizar a Dios por encima de todo y no quedarnos en la mera apariencia de devoción. Preguntémonos: ¿cuál es la raíz de mí alegría? ¿Es suficientemente Dios para mí, o estoy buscando en Él sólo un medio para mi realización personal? ¿Permanezco fiel a una función eclesial o verdaderamente busco que la vida de Cristo se manifieste a través de lo que vivo en mi carne?

La verdad es que la gracia de Dios se muestra de manera singular cuando se reconoce la supremacía de Cristo sobre cualquier beneficio que Él pueda brindar. En esa gracia hay una invitación a vivir no para la gloria de nuestras propias obras, sino para la gloria de Aquel que nos justifica y nos santifica. El llamado hoy es, por tanto, a abandonar esa “religiosidad” que funciona como mecanismo de autopromoción y abrazar la comunión verdadera con el Único Dios Verdadero. Esto es, acercarnos a Él no forzados por el deseo de resultados, sino movidos por el asombro de lo que Cristo es en Su plenitud. Atrévete a “Gustar, y ver que es bueno Jehová y cuan dichoso es el hombre que confía en Él” (Salmo 34:8).

Oración: Padre Celestial, te damos gracias por la bondad de Tu persona manifestada en Cristo. Ayúdanos a no contentarnos con frutos superficiales, sino a ser transformados en la imagen de Tu Hijo mediante la renovación de nuestra mente. Que bebamos no de la embriaguez de este mundo, sino del agua viva que Tú ofreces. Que la gracia que nos has mostrado modele nuestra esperanza, nuestras obras y nuestras relaciones para que, en cada área de nuestra vida, reflejemos la fidelidad de Tu reino. Enséñanos a buscarte por encima de todo y concédenos hallar en Cristo la plenitud que sacia y transforma. Amén

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Comentarios

Yamileth
hace 2 días

Así mismo,amén.