Una casa en que Dios more y se manifieste

Publicado el 4 de diciembre de 2025, 4:01

"Vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio” 1 Pedro 2:9

Ante nosotros tenemos una afirmación que sitúa a todos los que han creído y obedecido al Evangelio en una posición singular ante Dios. Quienes han puesto su fe en Cristo están convocados por la gracia de Dios a acercarse tanto al altar como al trono, y a presentar sacrificios espirituales que brotan de una vida dedicada a la adoración personal y pública. Por ello, la santidad no es una opción para todo el que en verdad ha creído, sino una obligación práctica derivada de la gracia: “sed santos, porque Yo Soy santo” (1 Pedro 1:16). Esta santidad no es obra de nuestra habilidad, sino la obra de Dios en nosotros, que nos separa del mundo y nos aparta para la gloria de Su nombre. Si algo en nuestra conducta nos hace tropezar, el llamado de Dios es a cortar aquello que encadena y desfigura la vida de fe; no como un acto meramente moral, sino como una respuesta obediente a la gracia que produce un nuevo deseo de vivir para Dios. Eres sacerdote ante Dios, parte del sacerdocio santo, inserto en un equipo de adoración que señala al único Mediador. Sin esa santidad operada por Dios, no podemos presentar sacrificios espirituales que sean aceptables por medio de Jesucristo.

Asimismo, los creyentes son piedras vivas, edificadas por Dios para formar una casa espiritual, un templo para la presencia divina. Efesios 2:20-22 describe a Cristo Jesús como la piedra angular, en quien todo el edificio, bien coordinado, llega a ser en Él un templo santo; somos edificados para ser la morada de Dios en el Espíritu. Por tanto, nuestra identidad como pueblo de Dios va más allá de la suma de individuos: somos la morada de Dios, una realidad que se manifiesta de forma singular cuando nos congregamos para adorar. Lo que ocurre al congregarnos no se replica en ningún otro momento de forma aislada; hay una presencia, un poder y una manifestación del Espíritu de Dios que se experimentan sólo en la comunidad, y no en la vida individual. No somos simples piedras sueltas; estamos siendo edificados en Cristo como una casa espiritual. ¿Cómo se está construyendo este templo espiritual? Al acercarnos a Cristo. Venir a Cristo no se limita a la conversión; venir a Él es un alimento continuo para el alma, tal como dice el salmista “Se sacian de la abundancia de Tu casa, y Tú les das de beber del río de Tus delicias” (Salmo 36:8).

Para que este templo espiritual y este sacerdocio santo sean lo que Dios ordena, debemos acercarnos a Cristo día tras día, hora tras hora. Debemos alimentarnos de Su Palabra, hallando en Sus promesas, mandamientos, enseñanzas y advertencias, la vida que proviene de Él. Al llenarnos de Su presencia, la Palabra morará ricamente entre nosotros, mientras nos exhortamos y amonestamos unos a otros con gratitud a Dios en nuestros corazones.

Oración: Señor Dios, Te damos gracias por la gracia de habernos hecho linaje escogido y real sacerdocio. Te rogamos que, por Tu Espíritu, sigas moldeando en nosotros una santidad que se note en la vida diaria, para que, como templo de Tu presencia, vivamos para Tu gloria. Ayúdanos a permanecer en Cristo, a buscar continuamente Tu Palabra, y a edificarnos unos a otros con paciencia, verdad y amor, de modo que la adoración que ofrezcamos a Ti sea aceptable ante Ti. Que nuestra vida esté tan impregnada de Tu gracia que el mundo vea en nosotros la realidad de Tu reino y la plenitud de la vida en Cristo en nosotros. Amén

Valoración: 5 estrellas
7 votos

Añadir comentario

Comentarios

Shirley García
hace 3 días

Amen 🙏🙏