Un don que excede toda ganancia

Publicado el 8 de diciembre de 2025, 5:01

“Estad siempre preparados para presentar defensa con mansedumbre y reverencia ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros” 1 Pedro 3:15

Estar siempre preparado para presentar defensa de la esperanza que hay en nosotros denuncia una vida que opera con un horizonte distinto al del mundo. Si tu modo de vida coincidiera con las metas del mundo, las preguntas no surgirían; pero cuando nuestra existencia se orienta hacia un tesoro que no es de este mundo, otros ven esa discrepancia y preguntan. Este tipo de vida, que se afirma en un amor que se sacrifica y en una satisfacción que apoya su confianza en Dios, produce asombro y curiosidad entre quienes observan. No se trata de una simple preferencia ética sino de una confianza radical en una realidad trascendente que transforma deseos, palabras y conductas.

Has sido creado y justificado para que otros contemplen la gloria de Dios y le rindan homenaje a partir de lo que ven en la cotidianidad de tu vivir. El relato de la encarnación y la anunciación apunta a una finalidad: que Dios reciba gloria y que la paz del mundo provenga de la relación con Él (Lucas 2:10-14). La encarnación, en su finalidad última, revela que la mayor alabanza no depende de la búsqueda de reconocimiento humano, sino de la manifestación de la gloria de Dios en la historia de redención. No se trata de una oferta para obtener beneficios temporales y tangibles, sino de una presencia que transforma el motivo de toda nuestra existencia. Tal como dice 2 Corintios 5:15 “Y por todos murió, para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para Aquel que murió y resucitó por ellos”. En este pasaje se afirma una inversión de prioridades: la vida no es para la autopromoción, sino para la exaltación de Cristo. Dios no necesita que completemos Su obra; nos llama a contemplar Su dignidad y a vivir de manera coherente con esa asombrosa realidad. Este vivir para Cristo no es una carga de productividad, sino una respuesta de gratitud ante un don que excede toda ganancia humana. La cruz, por su naturaleza, revela la gloria de Dios y orienta la existencia hacia un fin que trasciende la satisfacción personal.

La predicación que reduce la fe a una estrategia de prosperidad o a un consuelo temporal rara vez provoca asombro por la grandeza de Dios. Lo que concede verdadero valor a Dios es una vida que, por encima de cualquier beneficio observable, muestra que Él es un tesoro incomparable. Un estilo de vida que resiste la conformidad con las consignas de este mundo y que, aun cuando implica costos, demuestra que la riqueza verdadera está en lo eterno. En esa dinámica, la salvación se entiende como la experiencia de Dios como el bien supremo, no como una mera serie de favores recibidos.

Oración: Padre Santo, te damos gracias por revelar en Cristo la profundidad de Tu gloria. Te pedimos que el evangelio no sea entendido como una mejora temporal de nuestra experiencia, sino como la invitación a vivir para Ti por encima de todo. Venimos ante Ti para que tu Espíritu, en Su gracia, nos capacite para magnificar a Cristo en cada aspecto de nuestras vidas, que nuestras palabras, decisiones y relaciones reflejen Tu supremacía. Ayúdanos a buscarte por quien eres y no solo por lo que recibimos de Ti, de modo que otros, al observar nuestra vida, sean desafiados a inclinarse ante Tu suficiencia. Amén

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