Cristo mi tesoro

Publicado el 9 de diciembre de 2025, 5:12

“Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo” Filipenses 3:7

Se podría decir que la vida cristiana auténtica no se mide por la afinidad con ciertas costumbres ni por la mera adherencia a principios, sino por una orientación radical hacia Dios. Cuando una persona encuentra su mayor satisfacción en Dios mismo, el impulso del pecado —que prometía satisfacción en cosas creadas— pierde toda su fuerza. Esta experiencia de plenitud en Dios es lo que distingue a un discípulo de las meras aspiraciones morales; es lo que da sentido a las decisiones, a las palabras y a las motivaciones internas. En ese marco, la salvación no es un simple arreglo de conducta, sino una reorientación profunda de lo que la vida busca.

La relación con Dios no se reduce a un conjunto de beneficios obtenidos, sino a una realidad de la que deriva un carácter que piensa, habla y actúa conforme a la grandeza de Dios. Dice Filipenses 1:20-21 conforme a mi anhelo y esperanza de que en nada seré avergonzado, sino que, con toda confianza, aun ahora, como siempre, Cristo será exaltado en mi cuerpo, ya sea por vida o por muerte. Pues para mí, el vivir es Cristo y el morir es ganancia” El ejemplo de Pablo, bien puede expresarse como una prioridad invertida y se convierte en una guía para la vida de todo creyente: la existencia se entiende y se vive desde Cristo, ya sea en la vida o en la muerte. En esa perspectiva, la gloria de Dios se manifiesta no por la acumulación de logros humanos, sino por un testimonio de valor que coloca a Cristo en el centro incluso en circunstancias extremas. Este modo de vivir revela que la mayor ganancia no depende de lo que se recibe, sino de la persona de quien proceden todas las cosas.

Cuando el gozo profundo en Cristo se convierte en el motor de nuestra vida, las raíces de todo deleite que pueden conducir al pecado son eliminadas. Esa experiencia produce una libertad sorprendente que no depende de lo que el mundo ofrece; incluso ante pérdidas, la relación con Dios y la riqueza que proviene de ella permanece intacta. En esa libertad radica una forma de vida que puede parecer temeraria para una cultura orientada a la seguridad, pero que, en realidad, es una obediencia gozosa a un tesoro que no se pierde.

Oración: Padre Celestial, gracias por revelarnos la grandeza de Tu gloria en Cristo. Oh Señor que nuestra obediencia a Tu evangelio no sea orientada por el deseo de una mejora de nuestra experiencia terrenal sino como la invitación a vivir para Ti con un gozo que no depende de las circunstancias. Infunde en nosotros un deseo profundo de Cristo como nuestro tesoro, de modo que nuestras palabras, decisiones y relaciones reflejen Su gloria. Fortalece en nosotros la capacidad de valorar a Dios por lo que es, y que esa valoración guíe cada aspecto de nuestra vida, incluso ante la prueba y la pérdida. Amén

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